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Oficio de lectura
Martes VI de Pascua

Cirio Pascual

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Que doblen las campanas jubilosas,
y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.

Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.

Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia y su final;
esperad con confianza su venida:
no temáis, con vosotros él está.

Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.

Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

- Salmo 36 -
--I--

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

cohibe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Ant. 2 Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo
sostiene el Señor.

--II--

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvadose se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempos de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseeen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace de sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate de mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra, la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant. 3 Confía en el Señor y sigue su camino.

--III--

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Confía en el Señor y sigue su camino.

VERSÍCULO

V. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos,
ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles
21, 27-39

En aquellos días, cuando ya estaban para cumplirse
los siete días de la purificación de Pablo, los judíos de
la provincia romana de Asia, que lo vieron en el templo,
alborotaron a toda la gente y se apoderaron de él. Y a
la vez gritaban:

«¡Israelitas, ayudadnos! Éste es el hombre que va
predicando a todos y en todas partes contra nuestro
pueblo, contra la ley y contra este templo. Y más toda-
vía: hasta ha introducido gentiles en el templo, profa-
nando este lugar santo.»

Decían esto porque habían visto poco antes a Trófimo
de Éfeso, que lo acompañaba por la ciudad, y creyeron
que Pablo lo había introducido en el templo. Se alborotó
la ciudad entera, y se agolpó allí el pueblo tumultuosa-
mente. Se apoderaron de Pablo y lo arrastraron fuera
del templo, cerrando en seguida las puertas. Ya trata-
ban de lincharlo, cuando dieron parte al tribuno de la
cohorte de que toda Jerusalén estaba amotinada. El tri-
buno tomó al momento soldados y centuriones, y bajó
corriendo hacia ellos. Ellos, por su parte, apenas vieron
al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
Se acercó entonces el tribuno y se apoderó de él, orde-
nando que lo atasen con dos cadenas. Luego preguntó
quién era y qué había hecho. De la multitud, unos gri-
taban una cosa, y otros otra; y como no pudiese sacar
nada cierto por el alboroto que había, mandó que lo
condujesen a la fortaleza. Cuando llegó Pablo a la esca-
linata, tuvo que ser llevado en volandas por los soldados
a causa de la furia del populacho. Y la multitud venía
en masa detrás gritando:

«¡Mátalo! ¡Mátalo!»

En el momento en que iban a meterlo en la- fortale-
za, Pablo dijo al tribuno:

«Por favor, ¿me permites decirte dos palabras?»

Y, a su vez, el tribuno le preguntó:

«¿Sabes griego? Pero, ¿no eres tú el egipcio que hace
unos días promovió una rebelión y se llevó consigo al
desierto cuatro mil bandidos?»

Pablo respondió:

«No; yo soy judío, nacido en Tarso, ciudadano de
esta ilustre ciudad de Cilicia. Permíteme, por favor, diri-
gir la palabra al pueblo.»

Responsorio

R. Estamos continuamente entregados a la muerte por
Jesús, * para que también la vida de Jesús se mani-
fieste en esta nuestra vida mortal. Aleluya.

V. Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan
como a ovejas de matanza.

R. Para que también la vida de Jesús se manifieste en
esta nuestra vida mortal. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, so-
bre el evangelio de san Juan

Todos los que participamos de la carne sagrada de
Cristo alcanzamos la unión corporal con él, como ates-
tigua san Pablo, cuando dice, refiriéndose al misterio
del amor misericordioso del Señor: El misterio que no
fue dado a conocer a las pasadas generaciones ahora ha
sido revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y
profetas: esto es, que los gentiles son coherederos,
miembros del mismo cuerpo y copartícipes de las pro-
mesas divinas, en Cristo Jesús.

Y si somos unos para otros miembros de un mismo
cuerpo en Cristo, y no sólo entre nosotros mismos, sino
también para aquel que está en nosotros por su carne,
¿por qué, entonces, no procuramos vivir plenamente esa
unión que existe entre nosotros y con Cristo? Cristo, en
efecto, es el vínculo de unidad, ya que es Dios y hombre
a la vez.

Siguiendo idéntico camino, podemos hablar también
de nuestra unión espiritual, diciendo que todos nosotros,
por haber recibido un solo y mismo Espíritu, a saber,
el Espíritu Santo, estamos como mezclados unos con
otros y con Dios. Pues, si bien es verdad que tomados
cada uno por separado somos muchos, y en cada uno de
nosotros Cristo hace habitar el Espíritu del Padre y
suyo, este Espíritu es uno e indivisible, y a nosotros,
que somos distintos el uno del otro en cuanto seres indi-
viduales, por su acción nos reúne a todos y hace que se
nos vea como una sola cosa, por la unión que en él nos
unifica.

Pues, del mismo modo que la virtualidad de la carne
sagrada convierte a aquellos en quienes actúa en miem-
bros de un mismo cuerpo, pienso que, del mismo modo,
el único e indivisible Espíritu de Dios, al habitar en cada
uno, los vincula a todos en la unidad espiritual.

Por esto nos exhorta también san Pablo: Sobrelle-
vaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la
unidad del espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo
cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de
la esperanza en la vocación a la que habéis sido convo-
cados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre
de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo y lo
invade todo. Al estar en cada uno de nosotros el único
Espíritu, estará también, por el Hijo, el único Dios y
Padre de todos, uniendo entre sí y consigo a los que par-
ticipan del Espíritu.

Y el hecho de nuestra unión y comunicación del Es-
píritu Santo, en cierto modo, se hace también visible ya
desde ahora. Pues, si, dejando de íado nuestra vida pura-
mente natural, nos sometimos de una vez para siempre
a las leyes del espíritu, es evidente para todos nosotros
que -por haber dejado nuestra vida anterior y estar
ahora unidos al Espíritu Santo, y por haber adquirido
una hechura celeste y haber sido en cierta manera trans-
formados en un nuevo ser- ya no somos llamados sim-
plemente hombres, sino también hijos de Dios y hom-
bres celestiales, por nuestro consorcio con la naturaleza
divina.

Por tanto, somos todos una sola cosa en el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo; una sola cosa por la identidad
de condición, por la asimilación que obra el amor, por
la comunión de la carne sagrada de Cristo y por la par-
ticipación de un único y Santo Espíritu.

Responsorio

R. Puesto que es un solo pan, somos todos un solo
cuerpo; * ya que todos participamos de ese único
pan y de ese único cáliz. Aleluya.

V. Tu bondad, ¡oh Dios!, preparó casa para los pobres
y desvalidos.

R. Ya que todos participamos de ese único pan y de
ese único cáliz. Aleluya.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor, haz que tu pueblo viva siempre en la alegría
al ver renovada la juventud de su espíritu, y que el
gozo de haber recobrado la dignidad de la adopción
divina le de la firme esperanza de resucitar un día a
la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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