II Semana
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Al Señor, al Dios grande, venid adorémosle.
HIMNO
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra!
Penetra como fuego
y divide la entraña
¡Nada como tu voz,
es terrible tu espada!
¡Nada como tu aliento,
es dulce tu palabra!
Tenemos que vivir
encendida la lámpara,
que para virgen necia
no es posible la entrada.
No basta con gritar
sólo palabras vanas,
no tocar a la puerta
cuando ya está cerrada.
Espada de dos filos
que me cercena el alma,
que hiere a sangre y fuego
esta carne mimada,
que mata los ardores
para encender la gracia.
Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra! Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
- Salmo 36 -
--I--
No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.
Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:
cohibe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.
Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.
Ant. 2 Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo
sostiene el Señor.
--II--
El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.
Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.
Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvadose se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempos de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;
pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.
El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseeen la tierra,
los que él maldice son excluidos.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace de sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.
Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
Apártate de mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra, la habitarán por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
Ant. 3 Confía en el Señor y sigue su camino.
--III--
La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.
El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.
Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.
Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.
Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Confía en el Señor y sigue su camino.
VERSÍCULO
V. Enséñame, Señor, a gustar y a comprender.
R. Porque me fío de tus mandatos.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Joel
2, 12-27
Esto dice el Señor:
«Convertios a mí de todo corazón con ayuno, con
llanto, con luto.»
Rasgad vuestros corazones y no vuestras vestiduras,
y convertios al Señor, vuestro Dios, porque es compa-
sivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
y se arrepiente de las amenazas. Quizá se arrepienta y
nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación
para el Señor, vuestro Dios.
Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, con-
vocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la
asamblea, reunid a los ancianos, congregad a los mu-
chachos y a los niños de pecho. Salga el esposo de la
alcoba y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, minis-
tros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo;
no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen las
naciones; no se diga entre las gentes: "¿Dónde está su
Dios?"» El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a
su pueblo.
Entonces el Señor respondió a su pueblo, diciendo:
«Mirad, os envío el trigo, el vino y el aceite, hasta sa-
ciaros; y no os entregaré más al oprobio de las gentes.
Alejaré de vosotros al enemigo del norte, lo arrojaré a
una tierra árida y desierta: la vanguardia, hacia el mar
de oriente; la retaguardia, hacia el mar de poniente.
Asciende su hedor, sube su pestilencia, porque intentó
cosas grandes.
No temas, tierra, alégrate y regocíjate, porque el Se-
ñor hace cosas grandes. No temáis, animales del campo;
germinarán las estepas, los árboles darán fruto, la vid
y la higuera producirán su riqueza.
Hijos de Sión, alegraos, gózaos en el Señor, vuestro
Dios, que os dará la lluvia a su tiempo, hará descender
como antaño las lluvias tempranas y las tardías. Las
eras se llenarán de trigo, rebosarán los lagares de vino
y aceite; os compensaré por los años en que devoraban
la langosta y los saltamontes, mi ejército numeroso que
envié contra vosotros. Comeréis hasta hartaros y alaba-
réis el nombre del Señor, Dios vuestro, que hizo milagros
en vuestro favor. Sabréis que estoy en medio de Israel,
yo, el Señor, Dios vuestro, el Ünico. ¡Mi pueblo no será
confundido jamás!»
Responsorio
R. Hijos de Sión, alegraos en el Señor, vuestro Dios,
porque os dará al Maestro de la justicia. * Y todo el
que invoque el nombre del Señor se salvará.
V. Hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi
Espíritu en aquellos días.
R. Y todo el que invoque el nombre del Señor se sal-
vará.
SEGUNDA LECTURA
De la carta llamada de Bernabé
El Señor soportó que su cuerpo fuera entregado a la
destrucción para que nosotros fuéramos santificados me-,
diante el perdón de nuestros pecados, por la aspersión
de su sangre. En efecto, hallamos en la Escritura estas
palabras acerca de él, referidas ya a Israel, ya a noso-
tros: Fue herido por nuestras rebeldías, triturado por
nuestros crímenes; por sus llagas hemos sido curados.
Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no abría la boca. Por esto de-
bemos estar sumamente agradecidos al Señor, ya que
nos ha mostrado las cosas pasadas, nos ha instruido
acerca de las presentes y no nos ha dejado en la igno-
rancia respecto a las futuras.
Dice la Escritura: No se tiende injustamente la red
a lo que tiene alas. Con estas palabras quiere significar
que con justicia se condena el hombre que, habiendo
conocido el camino de la justicia, escoge el camino de
las tinieblas. Hay más, hermanos míos: si el Señor so-
portó el sufrir por nuestras almas, con todo y ser el
alma del universo, a quien dijo Dios en la creación del
mundo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y seme-
janza, ¿cómo es que soportó el sufrir por mano de hom-
bres? Voy a explicároslo. Los profetas, con la gracia que
de él habían recibido, profetizaron acerca de él; y él, por-
que tenía que mostrarse en nuestra condición humana,
para destruir la muerte y manifestar la resurrección de
entre los muertos, sufrió para cumplir las promesas he-
chas a los padres y para demostrar, formándose un nue-
vo pueblo, mientras estaba en la tierra, su futura con-
dición de juez. Finalmente, él predicó y enseñó al pueblo
de Israel e hizo tan grandes prodigios y señales para
demostrarle su gran amor.
Y al renovarnos por el perdón de nuestros pecados,
nos dio un nuevo ser, un alma como de niños, ya que
nos creó de nuevo. Dice, en efecto, la Escritura, citando
las palabras con que el Padre habla al Hijo: Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza, y que domine a
las bestias de la tierra, a las aves del cielo y a los peces
del mar. Y dijo el Señor, al contemplar la hermosura
de nuestra naturaleza: Creced y multiplicaos y llenad la
tierra.
Todo esto lo decía el Padre a su Hijo. Pero voy a
mostrarte también lo que nos dice a nosotros. Al llegar
la plenitud de los tiempos realizó la segunda creación.
Dice, en efecto, el Señor: Mirad que hago lo último igual
que lo primero. El profeta tenía estas palabras ante sus
ojos cuando decía: Entrad en la tierra que mana leche
y miel y enseñoreaos de ella. Por tanto nosotros hemos
sido creados de nuevo, tal como dice otro de los pro-
fetas: He aquí, dice el Señor, que quitaré de ellos, es
decir, de aquellos que veía por adelantado el Espíritu
del Señor, el corazón de piedra, y pondré en su interior
un corazón de carne. Por esto él quiso manifestarse en
carne y habitar entre nosotros. La morada de nuestro
corazón, hermanos míos, es, en efecto, un templo santo
para el Señor.
Por esto el Señor dice también: Contaré tu fama a
mis hermanos, en medio de la asamblea de los santos
te alabaré. Por consiguiente, somos nosotros los que el
Señor ha introducido en la tierra buena.
Responsorio
R. Vosotros sois hijos de los profetas y de la alianza
que estableció Dios con vuestros padres cuando dijo
a Abraham: * «En tu descendencia serán bendeci-
das todas las naciones de la tierra.»
V. Previendo la Escritura que Dios justificaría a los
gentiles por la fe, predijo a Abraham:
R. «En tu descendencia serán bendecidas todas las
naciones de la tierra.»
ORACIÓN.
Oremos:
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas
de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que
nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y
consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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