Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
HIMNO
En el principio, tu Palabra,
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu Seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
- Salmo 72 -
--I--
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes los rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.
--II--
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he levantado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: "voy a hablar como ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.
Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.
--III--
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.
VERSÍCULO
V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Oseas
9, 1-14
No te alegres, Israel, no te regocijes como otros pue-
blos, porque te has prostituido abandonando a tu Dios.
Vendiste tu amor por salario en todas las eras de trigo;
la era y el lagar no los alimentarán, el vino les fallará.
No habitarán en la tierra del Señor: Efraím volverá a
Egipto, en Asiria comerán manjares profanos. No harán
libaciones de vino al Señor, no le ofrecerán sacrificios.
Comerán el pan del duelo, manjar impuro. Su pan les
quitará el hambre, pero no entrará en la casa del Señor.
¿Qué haréis el día de la solemnidad, el día de la fiesta
del Señor? Pues si escapan de la catástrofe, Egipto los
congregará, Menfis los sepultará; su plata codiciada será
ortigas, los cardos crecerán en sus tiendas.
Llegan los días de la cuenta, llegan los días de la retri-
bución; que lo sepa Israel. Necio es el profeta, ridículo el
hombre de espíritu; por la muchedumbre de tus iniquida-
des, por la abundancia de tus rebeliones. El profeta de mi
pueblo vigila sobre Efraím; es red extendida en su cami-
no, rebelión en el templo de su Dios. Se han corrompido
profundamente, como en los días de Gabá: pero el Señor
recordará sus iniquidades, castigará su pecado.
Como uvas en el desierto encontré a Israel, como
breva en la higuera descubrí a vuestros padres. Pero ellos
fueron a Baal-Fegor, se consagraron a la ignominia y se
hicieron abominables como el que amaban. La gloria de
Efraím emigra como un pájaro, desde el nacimiento, des-
de el vientre, desde la concepción; aunque se multipli-
quen sus hijos, los dejaré sin herederos. ¡Ay de ellos,
cuando de ellos me aparte! Yo he visto a Efraím planta-
do en el prado, Efraím, para entregar al verdugo a sus
hijos. Dales, Señor; y ¿qué les darás? Dales vientres esté-
riles y pechos áridos.
Responsorio
R. No te alegres, Israel, no te regocijes como otros
pueblos, porque te has prostituido abandonando a tu
Dios. * Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pe-
cado has sucumbido.
V. Te matan, Israel, porque sólo en mí está tu auxilio.
R. Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has
sucumbido.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
Veamos, pues, lo que dice a los pastores que se apa-
cientan a sí mismos la palabra divina que a nadie adula:
Os bebéis su leche, os vestís con su lana; y matáis a las
mejor alimentadas, pero no apacentáis las ovejas. No
fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni
vendáis a las heridas; no recogéis las descarriadas ni
buscáis a las perdidas, y las habéis dominado con cruel-
dad y violencia. Al no tener pastor, se desperdigaron
mis ovejas.
De estos pastores que se apacientan a sí mismos y no
a las ovejas se dice aquí lo que buscan y lo que, por el
contrario, olvidan. ¿Qué es lo que buscan? Os bebéis su
leche, os vestís con su lana. Sobre ello dice el Apóstol:
¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién
apacienta un rebaño y no se aprovecha de la leche? Los
bienes, por tanto, que el pueblo ofrece para el sustento
de la vida corporal de sus prelados son como la leche
del rebaño. Pues de esto precisamente hablaba el Apóstol
en el lugar que os he recordado.
Si bien el Apóstol eligió para sí trabajar con sus pro-
pias manos, con el fin de no tener que buscar ni tan
sólo la leche de sus ovejas, afirmó, con todo, que tenía
derecho a recibir esta leche, como lo había establecido
el Señor al decir que quienes anuncian el Evangelio vi-
van del Evangelio; y en otro lugar afirma también que
otros coapóstoles suyos usaron de este derecho que les
había sido dado y que no habían usurpado. Al renun-
ciar él a este su derecho fue más allá de su obligación,
pero no exigió que los otros hicieran lo mismo. Quizá se
refiera también a esto mismo aquello que se nos dice
del buen samaritano que condujo al que había encon-
trado herido a la posada y dijo al posadero: Si gastas
algo más, ya te lo abonaré a mi vuelta.
¿Qué más debemos añadir sobre estos pastores que
no andan tras la leche de sus rebaños? Sin duda debe-
mos afirmar que son más misericordiosos o, mejor dicho,
que realizan con más largueza su deber de mostrar
misericordia. Pueden obrar así y, según esta posibilidad
que tienen, así obran. Alabemos a los que actúan de
esta manera, pero no condenemos a los que se comportan
de otro modo. Ya que el mismo Apóstol, aunque no bus-
caba los bienes que se le ofrecían, deseaba, sin embargo,
que las ovejas dieran su fruto y no las quería estériles
ni sin leche.
Responsorio
R. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré
sestear —dice el Señor—. * Buscaré las ovejas per-
didas, recogeré las descarriadas.
V. Curaré a las enfermas y cuidaré de las fuertes y
robustas.
R. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las desca-
rriadas.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas,
vuelve a nosotros tus ojos de bondad y haz que te sirva-
mos con todo el corazón, para que experimentemos los
efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
Esta página fue digitalizada por
El Equipo de oficiodivino.com
oficiodivino@hotmail.com
En Twitter: @oficiodivinomx
En YouTube: oficiodivino
Si deseas ayudarnos:
[Tu ayuda]
2023
[Inicio]