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Oficio de lectura
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Solemnidad

25 de diciembre

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

De un Dios que se encarnó muestra el misterio
la luz de Navidad.
Comienza hoy, Jesús, tu nuevo imperio
de amor y de verdad.

El Padre eterno te engendró en su mente
desde la eternidad,
y antes que el mundo, ya eternamente,
fue tu natividad.

La plenitud del tiempo está cumplida;
rocío bienhechor
baja del cielo, trae nueva vida
al mundo pecador.

¡Oh santa noche! Hoy Cristo nacía
en mísero portal;
Hijo de Dios, recibe de María
la carne del mortal.

Este Jesús en brazos de María
es nuestra redención;
cielos y tierra con su abrazo unía
de paz y de perdón.

Tú eres el Rey de paz, de ti recibe
su luz el porvenir;
Ángel del gran Consejo, por ti vive
cuanto llega a existir.

A ti, Señor, y al Padre la alabanza,
y de ambos al Amor.
Contigo al mundo llega la esperanza;
a ti gloria y honor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 El Señor me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te
he engendrado hoy.»

Salmo 2

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo."

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo."

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: "Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza."

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de protno su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 El Señor me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te
he engendrado hoy.»

Ant. 2 El Señor sale como el esposo de su alcoba.

Salmo 18A

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le han puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 El Señor sale como el esposo de su alcoba.

Ant. 3 En tus labios se derrama la gracia y el Señor
te bendice eternamente.

-Salmo 44-

Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos de te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre;
cetro de tu rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina
enjoyada con oro de Ofir.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:
prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

"A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra."

Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 En tus labios se derrama la gracia y el Señor
te bendice eternamente.

VERSÍCULO

V. La Palabra se hizo carne. Aleluya.
R. Y puso su morada entre nosotros. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías
11, 1-10

Esto dice el Señor:

«Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz
brotará un vastago. Sobre él se posará el espíritu del
Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del
Señor.

No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oí-
das; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los
desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca,
y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será
el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus
caderas.

Habitará el lobo con el cordero, y la pantera se echará
con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: y un
niño pequeño los conducirá. La vaca pastará con el oso,
sus crías yacerán juntas; el león comerá paja con el buey.
El niño jugará junto al agujero del áspid, la criatura me-
terá la mano en el escondrijo de la serpiente. Nadie hará
daño ni estrago por todo mi Monte Santo: porque estará
lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman
el mar.

Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como bandera de
los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su
morada.»

Responsorio

R. Hoy se dignó nacer de una Virgen el Rey de los cie-
los, para llevar al reino celestial al hombre que esta-
ba perdido. * Se alegra el ejército de los ángeles, por-
que ha llegado la salvación eterna al género humano.

V. Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hom-
bres que ama el Señor.

R. Se alegra el ejército de los ángeles, porque ha llegado
la salvación eterna al género humano.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa

Nuestro Salvador, amadísimos hermanos, ha nacido
hoy; alegrémonos. No puede haber, en efecto, lugar para
la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir
el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una
eternidad dichosa.

Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues
el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Se-
ñor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así
como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido
para salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se
acerca a la recompensa; regocíjese el pecador, porque se
le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es lla-
mado a la vida.

Al llegar el momento dispuesto de antemano por los
impenetrables designios divinos, el Hijo de Dios quiso
asumir la naturaleza humana para reconciliarla con su
Creador; así el diablo, autor de la muerte, sería vencido
mediante aquella misma naturaleza sobre la cual él mis-
mo había reportado su victoria.

Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de
gozo: Gloría a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra
paz a los hombres que ama el Señor. Ellos Ven, en efecto,
que la Jerusalén celestial se va edificando por medio de
todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de
alegrarse la pequenez humana ante esta obra inenarrable
de la misericordia divina, cuando incluso los coros su-
blimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan
intenso?

Demos, por tanto, amadísimos hermanos, gracias a
Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo,
pues, por la inmensa misericordia con que nos amó, ha
tenido piedad de nosotros y, cuando estábamos muertos
por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo, para que
fuésemos en él una nueva creatura, una nueva obra de
sus manos. Despojémonos, por tanto, del hombre viejo y
de sus acciones y, habiendo sido admitidos a participar
del nacimiento de Cristo, renunciemos a las obras de la
carne. Reconoce, oh cristiano, tu dignidad y, ya que ahora
participas de la misma naturaleza divina, no vuelvas a tu
antigua vileza con una vida depravada. Recuerda de qué
cabeza y de qué cuerpo eres miembro. Ten presente que
has sido arrancado del dominio de las tinieblas y trans-
portado al reino y a la claridad de Dios.

Por el sacramento del bautismo te has convertido en
templo del Espíritu Santo; no ahuyentes, pues, con ac-
ciones pecaminosas un huésped tan excelso, ni te entre-
gues otra vez como esclavo del demonio, pues el precio
con que has sido comprado es la sangre de Cristo.

Responsorio

R. Hoy descendió del cielo sobre nosotros la paz verda-
dera: * hoy los cielos destilaron miel por todo el
mundo.

V. Hoy amaneció el día de redención de los tiempos nue-
vos, que fue preparado por los tiempos antiguos, que
nos trae para siempre la felicidad.

R. Hoy los cielos destilaron miel por todo el mundo.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
Dios nuestro, que de modo admirable creaste al hom-
bre a tu imagen y semejanza y de un modo todavía más
admirable elevaste su condición por medio de Jesucristo,
concédenos compartir la divinidad de aquel que se ha
dignado compartir nuestra humanidad. Por nuestro Se-
ñor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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