Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Venid, adoremos a Cristo, el Hijo amado, en
quien el Padre tiene sus complacencias.
HIMNO
Hoy dos extremos se han visto,
cuales nunca se verán:
Cristo arrodillado a Juan,
y Juan bautizando a Cristo.
El mar y abismo profundo
de la pureza infinita,
que las inmundicias quita
y los pecados del mundo,
hoy del Bautista se ha visto
ser lavado en el Jordán;
Cristo arrodillado a Juan,
y Juan bautizando a Cristo.
Bautiza la voz al Verbo,
el criado al Criador;
ved qué humildad de Señor
y qué autoridad de siervo.
Favor otra vez no visto
entre los hijos de Adán,
Cristo arrodillado a Juan,
y Juan bautizando a Cristo.
Los cielos se abren, y allí
la voz del Padre ha entonado:
«Aqueste es mi Hijo amado,
en el cual me complací.»
Y el Paracleto se ha visto,
testificando que están
Cristo arrodillado a Juan,
y Juan bautizando a Cristo.
Qué grande misterio encierra
el Jordán; cantad, criaturas:
«Gloria a Dios en las alturas
y paz al hombre en la tierra.» Amén.
SALMODIA
Ant. 1 La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la
gloria hace oir su trueno.
- Salmo 28 -
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria hace oír su trueno,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cades.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: ¡Gloria!
El trono del Señor está encima de la tempestad,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la
gloria hace oir su trueno.
Ant. 2 Que se postre ante tí, Señor, la tierra entera,
y se alegre porque has venido como luz de todos los
siglos.
Salmo 65
Aclama al Señor, tierra entera:
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué terribles son tus obras,
por tu inmenso poder tus enemigos se rinden!»
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba,
nos retinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:
sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Que se postre ante tí, Señor, la tierra entera,
y se alegre porque has venido como luz de todos los
siglos.
Ant. 3 Bendito sea Dios, que nos ha devuelto la vida y
nos ha dado respiro.
-II-
Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplirte mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras.
Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Bendito sea Dios, que nos ha devuelto la vida y
nos ha dado respiro.
VERSÍCULO
V. Este es mi Hijo amado.
R. Escuchadlo
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías
42, 1-9; 49, 1-9
Mirad a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en
quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi es-
píritu, para que haga brillar la justicia en las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles. No
romperá la caña resquebrajada, no apagará la mecha aún
humeante. Promoverá con firmeza la justicia, no titubea-
rá ni se doblegará hasta implantar el derecho en la tierra,
y sus leyes que esperan las islas.
Así dice el Señor Dios, que creó y desplegó los cielos,
que consolidó la tierra y todo lo que en ella brota, que
dio el respiro al pueblo que la habita y el aliento a los
que se mueven en ella:
«Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te he
llamado en la justicia, te he tomado de la mano, te he
formado y te he puesto como alianza del pueblo y luz
de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a
los que habitan las tinieblas. Yo soy el Señor, éste es mi
nombre, no cedo mi gloria a ningún otro ni mi honor a
los ídolos. Lo antiguo ya ha sucedido y algo nuevo yo
anuncio, antes de que brote os lo hago oír.»
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: el Se-
ñor me llamó desde el vientre de mi madre, cuando aún
estaba yo en el seno materno pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la
sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó
en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, en ti mani-
festaré mi gloria.» Mientras yo pensaba: «En vano me
he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas»,
en realidad el Señor se ocupaba de mi causa, Dios tenía
en sus manos mi recompensa; yo era glorificado ante sus
ojos, mi Dios era mi fortaleza.
Y ahora habla el Señor, que desde el seno materno
me hizo su siervo para que le trajese a Jacob, para que
le reuniese a Israel en torno suyo:
«Es poco que seas mi siervo para restablecer a las
tribus de Jacob y hacer volver a los supervivientes de
Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación
alcance hasta el confín de la tierra.»
Así dice el Señor, el redentor y Santo de Israel, al
despreciado y aborrecido de las naciones, al esclavo de
los tiranos:
«Te verán los reyes y se pondrán de pie, te verán los
príncipes y se postrarán; porque el Señor es fiel, porque
el Santo de Israel te ha elegido.»
Así dice el Señor:
«En el tiempo de gracia te he respondido, en el día de
salvación te he auxiliado; te he defendido y te he consti-
tuido como alianza del pueblo, para restaurar el país,
para repartir las heredades desoladas, para decir a los
cautivos: "Salid", y a los que están en tinieblas: "Venid
a la luz"; aun por los caminos pastarán, tendrán prade-
ras en todas las dunas.»
Responsorio
R. Hoy se abrieron los cielos cuando fue bautizado el
Señor en el Jordán, y el Espíritu de Dios bajó sobre
él en forma de paloma, y se oyó la voz del Padre
que decía: * «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo
mis complacencias.»
V. El Espíritu Santo descendió sobre él en forma visi-
ble, como una paloma, y se dejó oír una voz del
cielo:
R. Éste es mi Hijo amado, en quien tengo mis compla-
cencias.
SEGUNDA LECTURA
De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo
Cristo es hoy iluminado, dejemos que esta luz divina
nos penetre también a nosotros; Cristo es bautizado, ba-
jemos con él al agua, para luego subir también con él.
Juan está bautizando, y Jesús acude a él; posiblemen-
te para santificar al mismo que lo bautiza; con toda se-
guridad para sepultar en el agua a todo el viejo Adán;
antes de nosotros y por nosotros, el que era espíritu y
carne santifica el Jordán, para así iniciarnos por el Es-
píritu y el agua en los sagrados misterios.
El Bautista se resiste, Jesús insiste. Soy yo quien debo
ser bautizado por ti, le dice la lámpara al Sol, la voz a la
Palabra, el amigo al Esposo, el más grande entre los
nacidos de mujer al Primogénito de toda creatura, el que
había saltado de gozo ya en el seno materno al que había
sido adorado también en el seno de su madre, el que lo
había precedido y lo precederá al que se había manifes-
tado y se manifestará. Soy yo quien debo ser bautizado
por ti; podía haber añadido: «Y por causa de ti.» Él, en
efecto, sabía con certeza que recibiría más tarde el bau-
tismo del martirio y que, como a Pedro, le serían lava-
dos no sólo los pies, sino todo su cuerpo.
Pero, además, Jesús sube del agua; lo cual nos recuer-
da que hizo subir al mundo con él hacia lo alto, porque
en aquel momento ve también cómo el cielo se rasga y
se abre, aquel cielo que Adán había cerrado para sí y
para su posteridad, como había hecho que se le cerrase
la entrada al paraíso con una espada de fuego.
El Espíritu atestigua la divinidad de Cristo, acudiendo
a él como a su igual; y una voz bajó del cielo, ya que
del cielo procedía aquel de quien testificaba esta voz; y
el Espíritu se apareció en forma corporal de una palo-
ma, para honrar así el cuerpo de Cristo, que es también
divino por su excepcional unión con Dios. Muchos siglos
atrás fue asimismo una paloma la que anunció el fin del
diluvio.
Honremos hoy, pues, el bautismo de Cristo y celebre-
mos como es debido esta festividad.
Procurad una limpieza de espíritu siempre en aumen-
tor-Nada agrada tanto a Dios como la conversión y sal-
vación xjel hombre, ya que para él tienen lugar todas es-
tas palabras y misterios; sed como lumbreras en medio
del mundo, como una fuerza vital para los demás hom-
bres; si así\lo hacéis, llegaréis a ser luces perfectas en la
presencia de aquella gran luz, impregnados de sus res-
plandores celestiales, iluminados de un modo más claro
y puro por la Trinidad, de la cual habéis recibido ahora,
con meno^ plenitud, un único rayo proveniente de la
única Divinidad, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien
sea la eíoria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Responsorio
R. Hoy se han abierto los cielos y el mar se dulcificó,
la tierra canta de alegría y los montes y colinas se
llenan de júbilo: * porque Cristo fue bautizado por
Juan en el Jordán.
V. ¿Qué te pasa, mar, por qué huyes? Y tú, Jordán,
¿por qué te echas atrás?
R. Porque Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán.
HIMNO FINAL
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que proclamaste solem-
nemente a Cristo como tu Hijo amado, cuando era bau-
tizado en el Jordán y descéTjdTarTekEspíritu Santo sobre
él, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y
del Espíritu Santo, que se conserven siempre dignos de
tu complacencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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