[Laudes] [Angelus] [Nona] [Vísperas] [Completas] [El Santo Rosario]
[Inicio]

Oficio de lectura
Día VI de la infraoctava de Navidad

30 de diciembre.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant A Cristo, que por nosotros ha nacido
venid, adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

La noche estaba del silencio en medio,
y las cosas suspensas, aguardando
de la dichosa hora el punto, cuando
reciba el mundo sin igual remedio.

Puso entre el hombre y Dios la Virgen medio,
su consentir humilde al ángel dando,
y el resplandor del Padre, así encarnando,
ya vecino al nacer confirma el medio.

María, de extremado gozo llena
y en vehemente ardor toda encendida,
pide que salga el Sol que la enamora.

Vistióse de blancura y luz serena,
y, sobre humanas fuerzas conmovida,
virgen y madre se mostró a la hora.

Gloria y loores por la eternidad
tribútense a la Santa Trinidad. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 La fidelidad brota de la tierra, y la
justicia mira desde el cielo.

- Salmo 84 -

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.

Restaúranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»

La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 La fidelidad brota de la tierra, y la
justicia mira desde el cielo.

Ant. 2 La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.

Salmo 88, 2-30
--I--

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Pues dijiste: «Cimentado está por siempre mi amor,
asentada más que el cielo mi lealtad.»

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.»

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.

Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.

Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.

Ant. 3 Él me invocará:"Tú eres mi padre." Aleluya.

-II-

Un día hablaste en visión a tus amigos:
«He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.»

Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;

no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora»;
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.

Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Él me invocará:"Tú eres mi padre." Aleluya.

VERSÍCULO

V. El Señor. Aleluya.
R. Revela su salvación. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

De la carta a los Colosenses.
1, 15—2, 3

Jesucristo es imagen de Dios invisible, pri-
mogénito de toda creatura, pues por medio de él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e
imasibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potesta-
des; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a
todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es
el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es
el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera
toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas
las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con
todos los seres, así del cielo como de la tierra.

A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos
en vuestra mente por las obras malas, ahora os ha re-
conciliado en su cuerpo de carne mediante la muerte,
presentándoos ante él como santos sin mancha y sin
falta. Mas para ello perseverad firmemente fundados e
inconmovibles en la fe y no os apartéis de la esperanza
del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a
toda creatura bajo los cielos, y del cual yo, Pablo, he
sido constituido ministro.

Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido
por vosotros, y voy completando en favor del cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me
quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal. Pues he
sido constituido ministro de la Iglesia conforme a la mi-
Sión que él me ha confiado respecto de vosotros: dar cum-
plimiento a la palabra de Dios, al misterio que había es-
tado oculto por siglos y generaciones y que ahora ha sido
manifestado a los consagrados a él. A éstos ha querido
Dios dar a conocer las riquezas de gloria con que brilla
este misterio entre los gentiles: el misterio de que Cris-
to está entre vosotros y, con él, la esperanza de la gloria,

Ese Cristo es el que os anunciamos, amonestando a
todos los hombres e instruyéndolos en toda sabiduría,
para hacerlos a todos perfectos en Cristo. Con este fin
me esfuerzo y lucho, contando con la eficacia de Cristo,
que actúa poderosamente en mí,

Y, en verdad, no quiero que desconozcáis la dura lucha
que estoy librando por vosotros y por los de Laodicea, y
por cuantos no me han visto personalmente. Yo deseo
infundir aliento en vuestros corazones, para que, estre-
chamente unidos en la caridad, alcancéis una plenitud de
inteligencia que os haga llegar al perfecto conocimiento
del misterio de Dios, que es Cristo, en el cual están es-
condidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.

Responsorio

R. Cristo es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; él es
el primogénito de entre los muertos, y así es el
primero en todo.

V. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

R. Y así es el primero en todo.

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Hipólito, presbítero, Refutación de
todas las herejías

No fundamentamos nuestra fe en palabras vanas ni
nos dejamos arrastrar por los impulsos del corazón ni
nos seduce la suavidad de palabras persuasivas, sino que
nuestra fe se apoya en las palabras pronunciadas por el
poder divino.

Dios confió estas palabras al Verbo, y el Verbo las pro-
firió para apartar al hombre de la desobediencia, no coac-
cionándolo por fuerza como si se tratara de un esclavo,
sino llamándolo para que lo siguiera libre y voluntaria-
mente.

Al fin de los tiempos el Padre envió al Verbo —pues ya
no quería hablar por medio de los profetas ni ser anun-
ciado en figuras—, ordenándole que se manifestara en
forma visible, para que el mundo al verlo pudiera ser
salvado.

Sabemos que este Verbo tomó un cuerpo de la Virgen
y que hizo del hombre viejo una nueva creación. Sabemos
que fue plasmado de nuestra misma substancia; porque
si hubiera obrado de otro modo en vano nos mandaría
que lo imitáramos como a un maestro.

En efecto, si este hombre hubiera sido formado de una
substancia distinta de la nuestra, ¿cómo podría mandar-
me tales cosas a mí, que nací débil? ¿Cómo podríamos,
en tal caso, decir que él es bueno y justo?

Para que no lo creyéramos diferente de nosotros, so-
portó fatigas, quiso tener hambre y no rehusó tener sed,
tuvo necesidad de descanso, no rechazó los sufrimientos
de la pasión, se sometió a la muerte y quiso manifestar-
nos su resurrección. En todo esto ofreció su humanidad
como primicias, para que tú, en medio de los sufrimien-
tos, no te desanimes, sino que, recordando tu condición
de hombre, esperes recibir, también tú, lo que Dios quiso
darle a él.

Cuando ya contemples a Dios tal cual es, tendrás un
cuerpo inmortal e incorruptible, como el alma, y poseerás
el reino de los cielos, tú, que, viviendo en la tierra, cono-
ciste al Rey celestial; participarás de la felicidad de Dios,
serás coheredero de Cristo y ya no estarás sujeto a las
pasiones ni a las enfermedades, porque habrás sido hecho
semejante a Dios.

Todos los males que soportaste en cuanto hombre,
Dios te los envió precisamente porque eres hombre; en
cambio, todo aquello que es propio de Dios, él prometió
dártelo cuando seas divinizado y alcances la inmortali-
dad. Conócete, pues, a ti mismo, reconociendo al Dios que
te hizo; pues conocer a Dios y ser conocido por él corres-
ponde a aquel que ha sido llamado por Dios.

Por tanto no discutáis entre vosotros ni dudéis en
volver a él. Cristo es Dios por encima de todas las cosas;
él quiso borrar el pecado de los hombres renovando al
hombre viejo, que él había creado a su imagen desde el
comienzo, manifestándote, de este modo, el amor que tie-
ne por ti. Si obedeces sus mandatos y, por tu bondad,
imitas al que es bueno, llegarás a ser semejante a él, y él
te honrará; pues no es mezquino el Dios que te ha hecho
dios para su gloria.

Responsorio

R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre
nosotros; * y hemos visto su gloria, gloria que re-
cibe del Padre, como Hijo iónico, lleno de gracia y
de verdad.

V. Apareció en la tierra y convivió entre los hombres.

R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre,
como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento
de tu Hijo en nuestra carne mortal nos libre de la
antigua servidumbre del pecado que pesa aún sobre
nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

Donativos

Para dudas, comentarios y sugerencias:

oficiodivino@hotmail.com

En Twitter: @oficiodivinomx

En YouTube: oficiodivino

Si deseas ayudarnos:
[Tu ayuda]

2024

[Laudes] [Angelus] [Nona] [Vísperas] [Completas] [El Santo Rosario]
[Inicio]