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Oficio de lectura
San Juan,
apóstol y evangelista
Fiesta

27 de diciembre

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Custodio virgen de la Virgen Madre,
fiel pregonero del divino Verbo,
que laves, Juan, sus manchas y pecados
piden tus siervos.

Rio impetuoso de perenne fuente,
riegas el mundo por el sol sediento,
brindándole la ciencia que aprendiste
del propio Verbo.

Implora la piedad por nuestras culpas,
tú, prez del mundo, resplandor del cielo,
da poder penetrar los que enseñaste,
santos misterios.

Tú penetras del Padre en el arcano,
al escribir la fe de tu evangelio,
haznos, buen guía, que al Señor veamos
allá en el cielo.

Gloria y honor a Cristo para siempre
que la Virgen dio a luz, Hijo unigénito,
como a él, al Padre y al Amor divino
gloria cantemos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Juan dio testimonio de la Palabra de Dios y
fue testigo de las obras que realizó Jesucristo.

Salmo 18 A

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega hasta el otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Juan dio testimonio de la Palabra de Dios y
fue testigo de las obras que realizó Jesucristo.

Ant. 2 Éste es el discípulo a quien Jesús quería con
predilección.

Salmo 63

Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores.

afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: "¿Quién lo descubrirá?"
inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Éste es el discípulo a quien Jesús quería con
predilección.

Ant. 3 Éste es Juan, el que posó su frente en el pecho
del Señor durante la cena, es el apóstol afortunado, a
quien le fueron revelados secretos celestiales.

-Salmo 98-

El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.

El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.

Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.

Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón
y un Dios vengador de sus maldades.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Éste es Juan, el que posó su frente en el pecho
del Señor durante la cena, es el apóstol afortunado, a
quien le fueron revelados secretos celestiales.

VERSÍCULO

V. Proclamaron las alabanzas del Señor y su poder.
R. Y las maravillas que realizó.

PRIMERA LECTURA

De la primera carta del apóstol san Juan
1, 1—2, 3

Lo que existía desde un principio, lo que hemos oído,
lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contempla-
mos y lo que tocaron nuestras manos acerca de la Pala-
bra de vida (porque la vida se ha manifestado, y nosotros
hemos visto y testificamos y os anunciamos esta vida
eterna, la que estaba con el Padre y se nos ha manifesta-
do) : lo que hemos visto y oído os lo anunciamos, a fin de
que viváis en comunión con nosotros. Y esta nuestra co-
munión de vida es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Os escribimos estas cosas para que sea colmado vuestro
gozo.

Y el mensaje que de él hemos recibido y os transmiti-
mos es éste: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si
decimos que vivimos en comunión con él y, con todo,
andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos las
obras de la verdad. Pero si caminamos en la luz, lo mismo
que está él en la luz, entonces vivimos en comunión unos
con otros; y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de
todo pecado.

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si con-
fesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es él para
perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad. Si decimos
que no hemos pecado, estamos afirmando que Dios mien-
te, y su palabra no está en nosotros.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si al-
guno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo,
el justo. Él es propiciación por nuestros pecados, y no
sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.

Y sabemos que hemos llegado a conocerlo si guarda-
mos sus mandamientos.

Responsorio

R. Os anunciamos la vida eterna, la que estaba con el
Padre y se nos ha manifestado; os la anunciamos
para que os alegréis, * para que sea colmado vuestro
gozo.

V. Estas cosas han sido escritas para que creáis que Je-
sús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyen-
do, tengáis vida en él.

R. Para que sea colmado vuestro gozo.

SEGUNDA LECTURA

De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera
carta de san Juan

Lo que existía desde un principio, lo que hemos oído,
lo que hemos visto con nuestros ojos y lo que tocaron
nuestras manos acerca de la Palabra de vida. ¿Quién po-
dría tocar con sus manos a la Palabra, si no fuese porque
la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros!
Esta Palabra, que se hizo carne para que pudiera ser to-
cada, comenzó a ser carne en el seno de la Virgen María;
pero no fue entonces cuando empezó a ser Palabra, ya
que, como nos dice Juan, existía desde un principio. Ved
cómo concuerda su carta con las palabras de su evan-
gelio, que acabáis de escuchar: Ya al comienzo de las
cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios.

Quizá alguien piense que hay que entender la expre-
sión «la Palabra de vida» como un modo de hablar que
se refiere a Cristo, pero no al cuerpo de Cristo que podía
ser tocado por nuestras manos. Atended a las palabras
que siguen: Porque la vida se ha manifestado. Por tanto,
Cristo es la Palabra de vida.

¿Y de dónde se ha manifestado esta vida? Existía des-
de un principio, pero no se había manifestado a los hom-
bres; en cambio, sí se había manifestado a los ángeles,
que la veían y se alimentaban de ella como de su propio
pan. Pero, ¿qué dice la Escritura? El hombre comió pan
de ángeles.

Así, pues, en la encarnación se ha manifestado la mis-
ma Vida en persona, y se ha manifestado para que, al
hacerse visible, ella, que sólo podía ser contemplada con
los ojos del corazón, sanara los corazones. Porque la Pala-
bra sólo puede ser contemplada con los ojos del corazón;
en cambio, la carne puede ser contemplada también con
los ojos corporales. Éramos capaces de ver la carne, pero
no a la Palabra; por esto la Palabra se hizo carne, que
puede ser vista por nosotros, para sanar en nosotros lo
que nos hace capaces de ver a la Palabra.

Y nosotros —continúa— testificamos y os anunciamos
esta vida eterna, la que estaba con el Padre y se nos ha
manifestado, esto es, se ha manifestado entre nosotros
y, para decirlo con más claridad, se ha manifestado en
nuestro interior.

Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos. Atended,
queridos hermanos: Lo que hemos visto y oído os lo
anunciamos. Ellos vieron al mismo Señor presente en la
carne y oyeron las palabras que salían de su boca, y nos
lo han anunciado. Nosotros, por tanto, hemos oído, pero
no hemos visto.

¿Somos por eso menos dichosos que ellos, que vieron y
oyeron? Pero entonces, ¿por qué añade: A fin de que
viváis en comunión con nosotros? Ellos vieron, nosotros
no, y sin embargo vivimos en comunión con ellos, porque
tenemos una fe común.

Y esta nuestra comunión de vida es con el Padre y con
su Hijo Jesucristo. Os escribimos estas cosas —conti-
núa— para que sea colmado vuestro gozo. Gozo colmado,
dice, en una misma comunión de vida, en una misma ca-
ridad, en una misma unidad.

Responsorio

R. Éste es Juan, el que posó su frente en el pecho del
Señor durante la cena, * es el apóstol afortunado, a
quien le fueron revelados secretos celestiales.

V. Bebió el agua viva del Evangelio en su misma fuente,
en el pecho sagrado del Señor.

R. Es el apóstol afortunado, a quien le fueron revelados
secretos celestiales.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
Dios nuestro,que nos descubriste los arcanos de
tu Verbo por medio del apóstol san Juan, concédenos
alcanzar una debida comprensión de todo aquello que
él ha hecho llegar a nuestros oídos. Por nuestro Se-
ñor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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