24 de enero
Nació en Saboya el año 1567. Una vez ordenado sacerdote,
trabajó intensamente por la restauración católica en su patria.
Nombrado obispo de Ginebra, actuó como un verdadero pas-
tor para con los clérigos y fieles, adoctrinándolos en la fe con
sus escritos y con sus obras, convirtiéndose en un ejemplo
para todos. Murió en Lyon el día 28 de diciembre del año 1622,
pero fue el día 24 de enero del año siguiente cuando se realizó
su sepultura definitiva en Annecy.
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant El Señor es bueno, bendecid su nombre.
HIMNO
¡Qué hermosos son los pies
del que anuncia la paz a sus hermanos!
¡Y que hermosas las manos
maduras en el surco y en la mies!
Grita lleno de gozo,
pregonero, que traes noticias buenas:
se rompen las cadenas,
y el sol de Cristo brilla esplendoroso.
Grita sin miedo, grita,
y denuncia a mi pueblo sus pecados;
vivimos engañados,
pues la belleza humana se marchita.
Toda yerba es fugaz,
la flor del campo pierde sus colores;
levanta sin temores,
pregonero, tu voz dulce y tenaz.
Si dejas los pedazos
de tu alma enamorada en el sendero,
¡qué dulce mensajero,
qu´le hermosos, qué divinos son tus pasos! Amén.
SALMODIA
Ant.1 Señor, no me castigues con cólera.
- Salmo 37-
--I--
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera;
tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí;
no hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor,
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados;
mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 Señor, no me castigues con cólera.
Ant. 2 Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
--II--
Mis llagas están podridas y supuran
por causa de mi insensatez;
voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío;
tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne;
estoy agotado, deshecho del todo;
rujo con más fuerza que un león.
Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos;
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia;
me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Señor, todas mis ansias están en tu presencia.
Ant. 3 Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor,
Dios mío.
--III--
Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;
soy como uno que no oye
y no puede replicar.
En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;
esto pido: que no se alegren por mi causa,
que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.
Porque yo estoy a punto de caer,
y mi pena no se aparta de mí:
yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado.
Mis enemigos mortales son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,
los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.
No me abandones, Señor,
Dios mío, no te quedes lejos;
ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor,
Dios mío.
VERSÍCULO
V. Mis ojos se consumen aguardando tu salvación.
R. Y tu promesa de justicia.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Romanos
7, 1-13
¿No sabéis, hermanos —hablo a quienes conocen la
ley—, que la ley obliga al hombre sólo durante el tiempo
de su vida? Así, por ejemplo, la mujer casada está some-
tida por la ley al marido, mientras éste vive; pero, si
muere él, ella queda libre de la ley que la sometía al
marido.
Por consiguiente, será tenida por adúltera, si se une a
otro hombre en vida del marido; pero, muerto el marido,
queda ella libre de la ley; y no será adúltera en el caso de
unirse a otro hombre.
Del mismo modo, hermanos, también vosotros habéis
muerto a la ley por vuestra unión al cuerpo de Cristo.
Asi podéis pertenecer a otro, a aquel que fue resucitado
de entre los muertos, para que demos fruto según Dios.
De hecho, cuando vivíamos nuestra vida de orden pu-
ramente natural, las pasiones pecaminosas, instigadas
por la ley, actuaban en nuestros miembros y daban frutos
de muerte; pero ahora nos hemos desprendido de la ley,
muriendo para aquello en que estábamos presos; sirva-
mos, pues, a Dios en la novedad del espíritu y no en la
vejez de la letra.
Pero, vamos a ver, ¿se sigue de esto que la ley es pe-
cado? ¡De ninguna manera! Pero, sin embargo, yo no tuve
conciencia del pecado sino por la ley; y no hubiese teni-
do conciencia de la codicia, por ejemplo, si la ley no di-
jese: «No codiciarás.» Y el pecado, instigado por este
precepto, obró en mí toda clase de concupiscencias. Sin
la ley, el pecado es cosa muerta. Un tiempo vivía yo sin
estar sometido a la ley; sobreviniendo luego el precepto,
tomó vida el pecado, y yo incurrí en muerte; me encon-
tré con que el precepto, que debía llevarme a la vida, me
había llevado a la muerte.
En efecto, el pecado, instigado por el precepto, me
Sedujo; y por él me dio la muerte.
En resumen, quedamos en que la ley es santa y el pre-
cepto santo, justo y bueno. Pero, ¿voy a sacar en conclu-
sión que lo que era bueno llegó a ser muerte para mí?
Nada de eso. Sino que el pecado, para mostrarse verdade-
ramente tal, sirviéndose de lo que era bueno, me causó
la muerte. Así el pecado, al servirse del precepto, aumen-
tó su malicia sobre toda medida.
Responsorio
R. Nos hemos desprendido de la ley, muriendo para
aquello en que estábamos presos; * sirvamos a Dios
en la novedad del espíritu y no en la vejez de la
letra.
V. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
R. Sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la
vejez de la letra.
SEGUNDA LECTURA
De la Introducción a la vida devota, de san Francisco
de Sales, obispo
En la misma creación, Dios creador mandó a las plan-
tas que diera cada una fruto según su propia especie:
así también mandó a los cristianos, que son como las
plantas de su Iglesia viva, que cada uno diera un fruto
de devoción conforme a su calidad, estado y vocación.
La devoción, insisto, se ha de ejercitar de diversas ma-
neras, según que se trate de una persona noble o de un
obrero, de un criado o de un príncipe, de una viuda o
de una joven soltera, o bien de una mujer casada. Más
aún: la devoción se ha de practicar de un modo acomo-
dado a las fuerzas, negocios y ocupaciones particulares
de cada uno.
Dime, te ruego, mi Pilotea, si sería lógico que los obis-
pos quisieran vivir entregados a la soledad, al modo de
los cartujos; que los casados no se preocuparan de
aumentar su peculio más que los religiosos capuchinos;
que un obrero se pasara el día en la iglesia, como un
religioso; o que un religioso, por el contrario, estuviera
continuamente absorbido, a la manera de un obispo, por
todas las circunstancias que atañen a las necesidades del
prójimo. Una tal devoción ¿por ventura no sería algo
ridículo, desordenado e inadmisible?
Y, con todo, esta equivocación absurda es de lo más
frecuente. No ha de ser así; la devoción, en efecto, mien-
tras sea auténtica y sincera, nada destruye, sino que
todo lo perfecciona y completa, y, si alguna vez resulta
de verdad contraria a la vocación o estado de alguien,
sin duda es porque se trata de una falsa devoción.
La abeja saca miel de las flores sin dañarlas ni des-
truirlas, dejándolas tan íntegras, incontaminadas y fres-
cas como las ha encontrado. Lo mismo, y mejor aún, hace
la verdadera devoción: ella no destruye ninguna clase
de vocación o de ocupaciones, sino que las adorna y em-
bellece.
Del mismo modo que algunas piedras preciosas baña-
das en miel se vuelven más fúlgidas y brillantes, sin per-
der su propio color, así también el que a su propia
vocación junta la devoción se hace más agradable a Dios
y más perfecto. Esta devoción hace que sea mucho más
apacible el cuidado de la familia, que el amor mutuo
entre marido y mujer sea más sincero, que la sumisión
debida a los gobernantes sea más leal, y que todas las
ocupaciones, de cualquier clase que sean, resulten más
llevaderas y hechas con más perfección.
Es, por tanto, un error, por no decir una herejía, el
pretender excluir la devoción de los regimientos milita-
res, del taller de los obreros, del palacio de los príncipes,
de los hogares y familias; hay que admitir, amadísima
Pilotea, que la devoción puramente contemplativa, mo-
nástica y religiosa no puede ser ejercida en estos oficios
y estados; pero, además de este triple género de devoción,
existen también otros muchos y muy acomodados a las
diversas situaciones de la vida seglar.
Así pues, en cualquier situación en que nos hallemos,
debemos y podemos aspirar a la vida de perfección.
Responsorio
R. Sed bondadosos y compasivos unos con otros, y per-
donaos mutuamente como también Dios os ha per-
donado en Cristo; * sed imitadores de Dios, como
hijos amados que sois.
V. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí
que soy manso y humilde de corazón.
R. Sed imitadores de Dios, como hijos amados que sois.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor Dios nuestro, que quisiste que el obispo san
Francisco de Sales se hiciera todo para todos, para ga-
narlos a todos, haz que, iluminados por su ejemplo,
también nosotros sepamos manifestar la dulzura de tu
amor en el servicio de nuestros hermanos. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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