15 de septiembre
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
HIMNO
En el principio, tu Palabra,
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu Seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
- Salmo 72 -
--I--
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes los rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.
--II--
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he levantado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: "voy a hablar como ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.
Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.
--III--
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.
VERSÍCULO
V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Oseas
9, 1-14
No te alegres, Israel, no te regocijes como otros pue-
blos, porque te has prostituido abandonando a tu Dios.
Vendiste tu amor por salario en todas las eras de trigo;
la era y el lagar no los alimentarán, el vino les fallará.
No habitarán en la tierra del Señor: Efraím volverá a
Egipto, en Asiria comerán manjares profanos. No harán
libaciones de vino al Señor, no le ofrecerán sacrificios.
Comerán el pan del duelo, manjar impuro. Su pan les
quitará el hambre, pero no entrará en la casa del Señor.
¿Qué haréis el día de la solemnidad, el día de la fiesta
del Señor? Pues si escapan de la catástrofe, Egipto los
congregará, Menfis los sepultará; su plata codiciada será
ortigas, los cardos crecerán en sus tiendas.
Llegan los días de la cuenta, llegan los días de la retri-
bución; que lo sepa Israel. Necio es el profeta, ridículo el
hombre de espíritu; por la muchedumbre de tus iniquida-
des, por la abundancia de tus rebeliones. El profeta de mi
pueblo vigila sobre Efraím; es red extendida en su cami-
no, rebelión en el templo de su Dios. Se han corrompido
profundamente, como en los días de Gabá: pero el Señor
recordará sus iniquidades, castigará su pecado.
Como uvas en el desierto encontré a Israel, como
breva en la higuera descubrí a vuestros padres. Pero ellos
fueron a Baal-Fegor, se consagraron a la ignominia y se
hicieron abominables como el que amaban. La gloria de
Efraím emigra como un pájaro, desde el nacimiento, des-
de el vientre, desde la concepción; aunque se multipli-
quen sus hijos, los dejaré sin herederos. ¡Ay de ellos,
cuando de ellos me aparte! Yo he visto a Efraím planta-
do en el prado, Efraím, para entregar al verdugo a sus
hijos. Dales, Señor; y ¿qué les darás? Dales vientres esté-
riles y pechos áridos.
Responsorio
R. No te alegres, Israel, no te regocijes como otros
pueblos, porque te has prostituido abandonando a tu
Dios. * Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pe-
cado has sucumbido.
V. Te matan, Israel, porque sólo en mí está tu auxilio.
R. Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has
sucumbido.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Bernardo, abad
Señor. Éste —dice el santo anciano, refiriéndose al niño
Jesús— está predestinado por Dios para ser signo de con-
tradicción; tu misma alma —añade, dirigiéndose a Ma-
ría— quedará atravesada por una espada.
En verdad, Madre santa, atravesó tu alma una espada.
Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la
carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, des-
pués que aquel Jesús —que es de todos, pero que es tuyo
de un modo especialísimo— hubo expirado, la cruel espa-
da que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de
muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó
a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma
de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser
arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor
atravesó tu alma, y por esto, con toda razón, te llamamos
más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión
superaron las sensaciones del dolor corporal.
¿Por ventura no fueron peores que una espada aque-
llas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y
penetraron hasta la separación del alma y del espíritu:
Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega
a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución
del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de
Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre
en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de
atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando
aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se
parte con sólo recordarlas?
No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada
mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde ha-
ber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los
gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las en-
trañas de María, y nada más lejos debe estar de sus hu-
mildes servidores.
Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que
su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que
no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco
tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello,
sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia.
Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de
dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la
compasión de María que de la pasión del Hijo de María?
Éste murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su co-
razón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor su-
perior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta
otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no
tiene semejante.
Responsorio
R. Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucifica-
ron ahí a Jesús. * Estaba su madre junto a la cruz.
V. Entonces quedó su alma atravesada por una espada
de dolor.
R. Estaba su madre junto a la cruz.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo
estuviera a su lado junto a la cruz, participando en
sus sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada
con María a la pasión de Cristo, merezca también
participar en su gloriosa resurrección. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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