13 de septiembre
Nació en Antioquía hacia el año 349, después de recibir
una excelente formación, comenzó por dedicarse a la vida
ascética. Más tarde fue ordenado sacerdote y ejerció con gran
provecho el ministerio de la predicación. El año 397 fue elegi-
do obispo de Constantinopla, cargo en el que se comportó
como un pastor ejemplar, esforzándose por llevar a cabo una
estricta reforma de las costumbres de clero y de los fieles.
La oposición de la corte imperial y de los envidiosos lo llevó
por dos veces al destierro. Acabado por tantas miserias, murió
en Comana, en el Ponto, el día 14 de septiembre del año 407,
Contribuyó en gran manera, por su palabra y escritos, al enri-
quecimiento de la doctrina cristiana, mereciendo el apelativo
de Crisóstomo, es decir, "Boca de oro"
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
HIMNO
Delante de tus ojos
ya no enrojecemos
a causa del antiguo
pecado d tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de los pueblos
nos guardas como un resto,
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor, que es justo,
revoca sus decretos:
la salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.
SALMODIA
Ant.1 Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
- Salmo 68, 2-22. 30-37 -
--I--
Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extraño para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Ant. 2 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me
dieron vinagre.
--II--
Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
Arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran conpasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista está los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me
dieron vinagre.
Ant. 3 Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
--III--
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
VERSÍCULO
V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.
PRIMERA LECTURA
De la segunda carta del apóstol san Pedro
3, 11-18
Hermanos: Si todo se ha de disolver de este modo,
¡qué vida tan santa y tan entregada a Dios tiene que ser
la vuestra! Estad en espera y apresurad la venida del día
del Señor. En ese día los cielos incendiados se disolverán
y los elementos abrasados se desintegrarán. Pero noso-
tros conforme a la promesa del Señor esperamos cielos
nuevos y tierra nueva, en los que tiene su morada la san-
tidad.
Por eso, carísimos, mientras esperáis estos aconteci-
mientos, procurad con toda diligencia que él os encuentre
en paz, sin mancha e irreprensibles. Considerad esta pa-
ciente espera de nuestro Señor como una oportunidad
para alcanzar la salud. En este sentido os escribió tam-
bién nuestro amado hermano Pablo, conforme a la sa-
biduría que Dios le concedió. Así lo enseña en todas
sus cartas cuando habla de estos temas. En ellas hay
algunos pasajes difíciles de entender, cuyo sentido fal-
sean los hombres que no tienen instrucción ni firmeza
en la fe. Así lo hacen también con las demás Escrituras,
para su propia perdición.
Vosotros, pues, carísimos, avisados a tiempo, estad
alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos liber-
tinos, vengáis a caer de vuestra firmeza en la fe. Id cre-
ciendo en la gracia y en el conocimiento de nuestro Se-
ñor y Salvador, Jesucristo. A él sea la gloria ahora y
hasta el día de la eternidad.
Responsorio
R. Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra
nueva; habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a
crear. * Voy a renovar todas las cosas.
V. Voy a transformar a Jerusalén en alegría y a su pue-
blo en gozo.
R. Voy a renovar todas las cosas.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo
Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una
gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos
ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la
roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca;
aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca
de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte?
Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. ¿El
destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La
confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo; de
modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de
todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No
temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos
de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os
hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad
a la confianza.
¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o
tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos? Y allí donde un pueblo numeroso esté reunido
por los lazos de la caridad ¿no estará presente el Señor?
Él me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas
que rne apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita.
Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto
tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta
palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi
muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo esta*
té siempre con vosotros hasta el fin del mundo.
Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a
asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo
eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese
retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a
mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Se-
ñor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél,
sino lo que tú quieres que haga.» Éste es mi alcázar, ésta
es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto
es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me
quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me
mande, le doy gracias también.
Además, donde yo esté estaréis también vosotros, don-
de estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un
solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza,
ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en
cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y
ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque,
aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará
en olvido a su pueblo.
Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis her-
manos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una
luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí,
ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz
material me es útil en la vida presente, pero vuestra ca-
ridad es la que va preparando mi corona para el futuro.
Responsorio
R. Por la difusión del Evangelio, sufro hasta ser enca-
denado como un malhechor; pero la palabra de Dios
no está encadenada; * por eso, todo lo soporto por
los elegidos.
V. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
R. Por eso, todo lo soporto por los elegidos.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor Dios, fortaleza de los que en ti confían, tú que
quisiste que el obispo san Juan Crisóstomo brillara por
su admirable elocuencia y por su gran fortaleza en medio
de las pruebas, haz que la sabiduría de este eximio doctor
de la Iglesia nos ilumine y que el ejemplo de su invenci-
ble constancia nos fortalezca. Por nuestro Señor Jesucris-
to, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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