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Oficio de lectura
Lunes V Ordinario
SANTA ESCOLÁSTICA, virgen
Memoria

Hermana de San Benito, nació en Nursia (Italia), hacia el
año 480. Se consagró a Dios, junto con su hermano, al cual
siguió hasta Montecasino, donde murió hacia el año 547

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Entremos en la presencia del Señor dándole gracias.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Dios de la tierra y del cielo,
que por dejarlas más clara,
las grandes aguas separas,
pones límite al cielo.

Tú que das cauce al riachuelo
y alzas la nube a la altura,
tú que, en cristal de frescura,
sueltas las aguas del río
sobre las tierras de estío,
sanando su quemadura,

danos tu gracia, piadoso,
para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.

Hazlo en la fe luminoso,
alegre en austeridad,
y hágalo tu claridad
salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades,
el amor a tu verdad. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Sálvame, Señor, por tu misericordia.

- Salmo 6 -

Señor, no me corrijas con tu ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuando?

Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?

Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tanta contradicciones.

Apartaos de mí los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.

Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Ant. 2 El Señor es el refugio del oprimido en los
momentos de peligro.

Salmo 9A
--I--

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo
y toco en honor de tu nombre, ¡oh Altísimo!

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho
sentado en tu trono como juez justo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él jusgará el orbe con justicia
y regirá los pueblos con rectitud.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confían en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 El Señor es el refugio del oprimido en los
momentos de peligro.

Ant. 3 Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

-II -

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda,
y no olvida los gritos de los humildes.

Piedad, Señor; mira cómo me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.

Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza de humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infundeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

VERSÍCULO

V. Enséñame a cumplir tu voluntad.
R. Y a guardarla de todo corazón.

PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios
1, 18-31

Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para
los que están en vías de perdición; pero para los que
están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza
de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de
los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dón-
de está el sabio? ¿Dónde está el letrado? ¿Dónde está el
sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en
necedad la sabiduría del mundo?

Y, como en la sabiduría de Dios el mundo no lo co-
noció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse
de la necedad de la predicación, para salvar a los cre-
yentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos bus-
can sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo cru-
cificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; pero para los llamados a Cristo —judíos o grie-
gos—: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio
de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de
Dios es más fuerte que los hombres.

Fijaos en vuestra asamblea: no hay en ella muchos
sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos
nobles; todo lo contrario: lo necio del mundo lo ha
escogido Dios para confundir a los sabios. Y lo débil del
mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún
más: ha escogido la gente baja del mundo, lo despre-
ciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta;
de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del
Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo
que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, san-
tificación y redención. Y así —como dice la Escritura—
«el que se gloría, que se gloríe en el Señor».

Responsorio

R. Nunca entre vosotros me precié de saber cosa al-
guna, sino a Jesucristo, y éste crucificado; * al cual
Dios ha hecho para nosotros sabiduría.

V. Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabi-
duría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado.

R. Al cual Dios ha hecho para nosotros sabiduría.

SEGUNDA LECTURA

De los libros de los Diálogos de san Gregorio Magno,
papa

Escolástica, hermana de san Benito, consagrada a
Dios desde su infancia, acostumbraba visitar a su herma-
no una vez al año. El hombre de Dios acudía a ella y la
recibía dentro de las posesiones del monasterio, no lejos
de la puerta.

Un día vino como de costumbre; y su venerable her-
mano bajó hacia ella con algunos discípulos; pasaron
todo el día en la alabanza de Dios y en santas conver-
saciones y, cuando ya empezaba a oscurecer, tomaron
juntos el alimento. En medio de santas conversaciones
fue transcurriendo el tiempo, hasta que se hizo muy
tarde, y entonces la santa monja suplicó a su hermano:

«Te ruego que no me dejes esta noche, sino que ha-
blemos de los gozos de la vida del cielo hasta mañana.»

Él le respondió:

«¿Qué es lo que dices, hermana? Yo no puedo en modo
alguno quedarme fuera de la celda.»

La santa monja, al oír la negativa de su hermano,
puso sobre la mesa sus manos, con los dedos entrela-
zados, y escondió en ellas la cabeza, para rogar al Señor
todopoderoso. Al levantar de nuevo la cabeza, se originó
un temporal tan intenso de rayos, truenos y aguacero,
que ni al venerable Benito ni a los hermanos que estaban
con él les hubiera sido posible mover un solo pie del
lugar en que se hallaban. Entonces el hombre de Dios
comenzó a quejarse contrariado:

«Dios todopoderoso te perdone, hermana: ¿qué es
lo que has hecho?»

Ella respondió:

«Ya ves, te he suplicado a ti, y no has querido escu-
charme; he suplicado a mi Dios, y me ha escuchado.
Ahora, pues, sal, si puedes, déjame y vuelve al monas-
terio.»

Y Benito, que no había querido quedarse por propia
voluntad, tuvo que hacerlo por fuerza. De este modo,
pasaron toda la noche en vela, recreándose en santas
conversaciones sobre la vida espiritual.

Y no es de extrañar que prevaleciera el deseo de
aquella mujer, ya que, como dice san Juan, Dios es amor,
y, por esto, pudo más porque amó más.

Tres días más tarde, el hombre de Dios, estando en
su celda, elevó sus ojos al cielo y vio el alma de su her-
mana, libre ya de las ataduras del cuerpo, que penetraba,
en forma de paloma, en las intimidades del cielo. Lleno
de alegría por una gloria tan grande, dio gracias a Dios
con himnos y alabanzas, y envió a sus hermanos para
que trajesen su cuerpo al monasterio y lo enterraran en
el mismo sepulcro que había preparado pa.ra sí mismo.

De este modo, ni la misma sepultura pudo separar
los cuerpos de aquellos cuya alma había estado siempre
unida en Dios.

Responsorio

R. Cuando aquella santa virgen suplicó a Dios que su
hermano no partiese, * consiguió mucho del Señor,
porque había amado mucho.

V. Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos
unidos.

R. Consiguió mucho del Señor, porque había amado
mucho.

ORACIÓN.

Oremos:
Al celebrar la fiesta de santa Escolástica, virgen, te
pedimos, Señor, que, siguiendo su ejemplo, te sirvamos
con un amor puro y experimentemos las delicias de tu
amistad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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