I semana
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Del Señor es la tierra y cuanto la llena;
venid adorémosle.
HIMNO
Señor, tú me llamaste
del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra,
imágenes de ti resplandecientes.
Señor, tú que creaste
la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios
repletos de misterio y luz de estrellas.
Señor, tu que nos diste
la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino.
Señor, tú que salvaste
al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra
y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste
al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas
la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.
SALMODIA
Ant.1 Quien se haga pequeño como un niño, ése
es el más grande en el reino de los cielos.
- Salmo 130-
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 Quien se haga pequeño como un niño, ése
es el más grande en el reino de los cielos.
Ant. 2 Dios mío, con alegre y sincero corazón te lo
he entregado todo.
Salmo 131
--I--
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
"No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob."
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Dios mío, con alegre y sincero corazón te lo
he entregado todo.
Ant. 3 El Señor ha jurado a David una promesa:
"Tu reino permanecerá eternamente."
--II--
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
"a uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandamientos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono."
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
"Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema."
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 El Señor ha jurado a David una promesa:
"Tu reino permanecerá eternamente."
VERSÍCULO
V. Venid a ver las obras del Señor.
R. Las maravillas que hace en la tierra.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Daniel
3, 8-12. 19-24. 91-97
En aquellos días, algunos caldeos se presentaron a de-
nunciar a los judíos. Tomaron la palabra y dijeron al rey
Nabucodonosor:
«¡Viva el rey eternamente! Tú, oh rey, has ordenado
que todo hombre, en cuanto oiga sonar el cuerno, el pí-
fano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampona y
toda clase de música, se postre y adore la estatua de
oro, y que aquellos que no se postren para adorarla
sean arrojados en un horno de fuego ardiente. Pues bien,
hay unos judíos a quienes has encargado la administra-
ción de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-
Negó, que no te hacen caso, oh rey, no sirven a tu dios
ni adoran la estatua de oro que tú has erigido.»
Entonces el rey Nabucodonosor, ebrio de cólera y de-
mudada la expresión de su rostro contra Sadrac, Mesac
y Abed-Negó, dio orden de que se encendiese el horno
siete veces más de lo acostumbrado, y mandó a los hom-
bres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrac,
Mesac y Abed-Negó y los arrojaran al horno de fuego
ardiente. Fueron, pues, atados estos hombres, con sus
túnicas, sus gorros y vestidos, y arrojados al horno de
fuego ardiente. El horno estaba excesivamente encendi-
do, pues la orden del rey era perentoria, y sus llamara-
das mataron a los hombres que habían llevado allá a Sa-
drac, Mesac y Abed-Negó, y estos tres cayeron atados en
medio del horno de fuego ardiente. Pero ellos iban por
entre las llamas alabando y bendiciendo a Dios. Entonces
el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda
prisa y preguntó a sus consejeros:
«¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres
hombres atados?»
Respondieron ellos:
«Indudablemente, oh rey.»
Dijo el rey:
«Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean
libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuar-
to tiene el aspecto de un hijo de los dioses.»
Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de
fuego ardiente y dijo:
«Sadrac, Mesac, Abed-Negó, servidores del Dios Altí-
simo, salid y venid aquí.»
Entonces salieron ellos de en medio del fuego. Los
sátrapas, los prefectos, los gobernadores y los consejeros
del rey se reunieron para ver a estos hombres: el fuego
no había tenido ningún poder sobre su cuerpo, los cabe-
llos de su cabeza no estaban chamuscados, sus mantos
no se habían alterado y ni el olor del fuego se les había
pegado. Nabucodonosor exclamó:
«Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-Negó,
que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que,
confiando en él, quebrantaron la orden del rey y entre-
garon su cuerpo a las llamas antes que servir y adorar
a ningún otro fuera de su Dios. Yo ordeno, pues, pue-
blos, naciones y lenguas: Todo aquel que hable con lige-
reza del Dios de Sadrac, Mesac y Abed-Negó será corta-
do en pedazos y su casa será arrasada, porque no hay
otro dios que pueda salvar de este modo.»
Y el rey hizo prosperar a Sadrac, Mesac y Abed-Negó
en la provincia de Babilonia.
Responsorio
R. El ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y
sus compañeros, y empujó fuera del horno la llama
de fuego; * y no los tocó el fuego ni les causó moles-
tia alguna.
V. Bendito sea su Dios, que ha enviado a su ángel a
librar a sus siervos que confiaron en él.
R. Y no los tocó el fuego ni les causó molestia alguna. SEGUNDA LECTURA
De las Conferencias de santo Tomás de Aquino, pres-
bítero
Adecuadamente termina el Símbolo, resumen de nues-
tra fe, con aquellas palabras: «La vida perdurable.
Amén.» Porque esta vida perdurable es el término de
todos nuestros deseos.
La vida perdurable consiste primariamente en nuestra
unión con Dios, ya que el mismo Dios en persona es el
premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu
escudo y tu paga abundante. Esta unión consiste en la
visión perfecta: Al presente vemos a Dios como en un
espejo y borrosamente. Entonces lo veremos cara a cara.
También consiste en la suprema alabanza, como dice el
profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias
al son de instrumentos.
Consiste asimismo en la perfecta satisfacción de nues-
tros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más
de lo que deseaban o esperaban, La razón de ello es por-
que en esta vida nadie puede satisfacer sus deseos, y
ninguna cosa creada puede saciar nunca el deseo del
hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el
infinito; por esto el nombre no puede hallar su descanso
más que en Dios, corno dice san Agustín: «Nos has hecho
para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta
que descanse en ti.»
Los santos, en la patria celestial, poseerán a Dios de
un modo perfecto, y por esto sus deseos quedarán sacia-
dos y tendrán más aún de lo que deseaban. Por esto dice
el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín
dice: «Todo el gozo no cabrá en todos, pero todos verán
colmado su gozo. Me saciaré de tu semblante»; y tam-
bién: «Él sacia de bienes tus anhelos.»
Todo lo que hay de deleitable se encuentra allí super-
abundantemente. Si se desean los deleites, allí se en-
cuentra el supremo y perfectísimo deleite, pues procede
de Dios, sumo bien: Alegría perpetua a tu derecha.
La vida perdurable consiste también en la amable
compañía de todos los bienaventurados, compañía suma
-
mente agradable, ya que cada cual verá a los demás bie-
naventurados participar de sus mismos bienes. Todos, en
efecto, amarán a los demás como a sí mismos, y por esto
se alegrarán del bien de los demás como del suyo pro-
pio. Con lo cual, la alegría y el gozo de cada uno se verán
aumentados con el gozo de todos.
Responsorio
R. Con mi apelación vengo a tu presencia, * y al desper-
tar me saciaré de tu semblante.
V. Ahora conozco a Dios imperfectamente, pero enton-
ces lo conoceré como soy por él conocido.
R. Y al despertar me saciaré de tu semblante.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre
en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría
está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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