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Oficio de lectura
Miércoles XII Ordinario

IV Semana

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor
con alegría.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débeme amar
aquel que me hizo vivir.

¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando tras de él.

Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.

Alma, sigue hasta el final
en pos de Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus
beneficios.

- Salmo 102 -
--I--

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus
beneficios.

Ant. 2 Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles.

--II--

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él sabe de qué estamos hechos,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles.

Ant. 3 Bendecid al Señor, todas sus obras.

--III--

Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes,
prontos a la voz de su palabra.

Bendecid al Señor, ejércitos suyos,
servidores que cumplís sus deseos.
Bendecid al Señor, todas sus obras,
en todo lugar de su imperio.

Bendice, alma mía, al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Bendecid al Señor, todas sus obras.

VERSÍCULO

V. Ábreme los ojos, Señor.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Esdras
7, 6-28

En aquellos días, Esdras subió de Babilonia. Era un
letrado experto en la ley que dio el Señor, Dios de Is-
rael, por medio de Moisés. El rey le concedió todo lo
que pedía, porque el Señor, su Dios, estaba con él.

El año séptimo del rey Artajerjes, subieron a Jerusa-
lén algunos israelitas, sacerdotes, levitas, cantores, por-
teros y donados. Llegaron a Jerusalén en el mes quinto
del año séptimo del rey. El día uno del primer mes de-
cidió salir de Babilonia y el día uno del quinto mes llegó
a Jerusalén, con la ayuda de Dios, porque Esdras se ha-
bía dedicado a estudiar la ley del Señor, para cumplirla
y para enseñar a Israel sus mandatos y preceptos.

Copia del documento que entregó el rey Artajerjes a
Esdras, sacerdote-letrado, especialista en los preceptos
del Señor y en sus mandatos a Israel:

«Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, doctor
en la ley del Dios del cielo, paz perfecta, etc. Dispongo
que mis subditos israelitas, incluidos sus sacerdotes y
levitas, que deseen ir a Jerusalén puedan ir contigo. El
rey y sus siete consejeros te envían para ver cómo se
cumple en Judá y Jerusalén la ley de tu Dios, que te han
confiado, y para llevar la plata y el oro que el rey y sus
consejeros han ofrecido voluntariamente al Dios de Is-
rael, que habita en Jerusalén, además de la plata y el
oro que recojas en la provincia de Babilonia y de los
dones que ofrezcan el pueblo y los sacerdotes al templo
de su Dios en Jerusalén. Emplea exactamente ese dinero
en comprar novillos, carneros y corderos, con las oblacio-
nes y libaciones correspondientes, y ofrécelos en el altar
del templo dedicado a vuestro Dios en Jerusalén. El oro
y la plata que sobren lo emplearéis como mejor os pa-
rezca a ti y a tus hermanos, de acuerdo con la voluntad
de vuestro Dios. Los objetos que te entreguen para el
culto del templo de tu Dios los pondrás al servicio de
Dios en Jerusalén. Cualquier otra cosa que necesites para
el templo te la proporcionarán en la tesorería real.

Yo, el rey Artajerjes, ordeno a todos los tesoreros de
Transeufratina que entreguen puntualmente a Esdras,
sacerdote, doctor en la ley del Dios del cielo, todo lo
que les pida, hasta un total de cien talentos de plata,
cien cargas de trigo, cien medidas de vino y cien de
aceite; la sal, sin restricciones. Hágase puntualmente
todo lo que ordene el Dios del cielo con respecto a su
templo, para que no se irrite contra el reino, el rey y sus
hijos. Y os hacemos saber que todos los sacerdotes, le-
vitas, cantores, porteros, donados y servidores de esa
casa de Dios están exentos de impuesto, contribución y
peaje.

Tú, Esdras, con esa prudencia que Dios te ha dado,
nombra magistrados y jueces que administren justicia a
todo tu pueblo de Transeufratina, es decir, a todos los
que conocen la ley de tu Dios, y a los que no la conocen,
enséñasela.

Al que no cumpla exactamente la ley de Dios y la
orden del rey, que se le condene a muerte, o al destie-
rro, o a pagar una multa, o a la cárcel.»

Bendito sea el Señor, Dios de nuestros padres, que
movió al rey a dotar el templo de Jerusalén y me gran-
jeó su favor, el de sus consejeros y el de las autoridades
militares. Animado al ver que el Señor, mi Dios, me ayu-
daba, reuní a algunos israelitas importantes para que
subiesen conmigo.

Responsorio

R. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres: * a ti
gloria y alabanza por los siglos.

V. Bendito sea el Señor que movió al rey y me granjeó
su favor.

R. A ti gloria y alabanza por los siglos.

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado del beato Elredo, abad, Sobre la amistad
espiritual

Jonatán, aquel excelente joven, sin atender a su es-
tirpe regia y a su futura sucesión en el trono, hizo un
pacto con David y, equiparando el siervo al señor, preci-
samente cuando huía de su padre, cuando estaba escon-
dido en el desierto, cuando estaba condenado a muerte,
destinado a la ejecución, lo antepuso a sí mismo, abaján-
dose a sí mismo y ensalzándolo a él: Tú —le dice— serás
él rey, y yo seré tu segundo.

¡Oh preclarísimo espejo de amistad verdadera! ¡Cosa
admirable! El rey estaba enfurecido con su siervo y con-
citaba contra él a todo el país, como a un rival de su
reino; asesina a los sacerdotes, basándose en la sola sos-
pecha de traición; inspecciona los bosques, busca por
los valles, asedia con su ejército los montes y peñascos,
todos se comprometen a vengar la indignación regia;
sólo Jonatán, el único que podía tener algún motivo de
envidia, juzgó que tenía que oponerse a su padre y ayu-
dar a su amigo, aconsejarlo en tan gran adversidad y,
prefiriendo la amistad al reino, le dice: Tú serás el rey,
y yo seré tu segundo. Y fíjate cómo el padre de este
adolescente lo provocaba a envidia contra su amigo, ago-
biándolo con reproches, atemorizándolo con amenazas,
recordándole que se vería despojado del reino y privado
de los honores.

Y, habiendo pronunciado Saúl sentencia de muerte
contra David, Jonatán no traicionó a su amigo. ¿Por qué
ha de morir David? ¿Qué ha hecho? Él puso su vida en
peligro, mató al filisteo, y tú te alegraste. ¿Por qué ha
de morir? El rey, fuera de sí al oír estas palabras, inten-
ta clavar a Jonatán en la pared con su lanza, llenándolo
además de improperios: ¡Hijo perverso y contumaz! —le
dice—; sé muy bien que lo amas, para vergüenza tuya
y vergüenza de la desnudez de tu madre. Y, a continua-
ción, vomita todo el veneno que llevaba dentro, inten-
tando salpicar con él el pecho del joven, añadiendo aque-
llas palabras capaces de incitar su ambición, de fomen-
tar su envidia, de provocar su emulación y su amargor:
Mientras viva sobre el suelo el hijo de Jesé, no estarás
a salvo ni tú ni tu realeza.

¿A quién no hubieran impresionado estas palabras?
¿A quién no le hubiesen provocado a envidia? Dichas a
cualquier otro, estas palabras hubiesen corrompido, dis-
minuido y hecho olvidar el amor, la benevolencia y la
amistad. Pero aquel joven, lleno de amor, no cejó en su
amistad, y permaneció fuerte ante las amenazas, pacien-
te ante las injurias, despreciando, por su amistad, el
reino, olvidándose de los honores, pero no de su bene-
volencia. Tú —dice— serás el rey, y yo seré tu segundo.

Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y cons-
tante amistad: la que no se deja corromper por la envi-
dia; la que no se enfría por las sospechas; la que no se
disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta
manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no
cae; la que, batida por tantas injurias, se muestra infle-
xible; la que, provocada por tantos ultrajes, permanece
inmóvil. Ve, pues, y haz tú lo mismo.

Responsorio

R. El amigo fiel es un refugio seguro; * el que lo en-
cuentra encuentra un tesoro.

V. El que teme a Dios encontrará al amigo fiel: según
es él, así será su amigo.

R. El que lo encuentra encuentra un tesoro.

ORACIÓN.

Oremos:
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y res-
peto a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a
quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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