IV Semana
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Al Señor, al Dios grande, venid adorémosle.
HIMNO
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra!
Penetra como fuego
y divide la entraña
¡Nada como tu voz,
es terrible tu espada!
¡Nada como tu aliento,
es dulce tu palabra!
Tenemos que vivir
encendida la lámpara,
que para virgen necia
no es posible la entrada.
No basta con gritar
sólo palabras vanas,
no tocar a la puerta
cuando ya está cerrada.
Espada de dos filos
que me cercena el alma,
que hiere a sangre y fuego
esta carne mimada,
que mata los ardores
para encender la gracia.
Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra! Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas
tu rostro.
- Salmo 101 -
--I--
Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia .
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco, escúchame en seguida.
Que mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.
Estoy como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.
En vez de pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas
tu rostro.
Ant. 2 Escucha, Señor, la súplica de los indefensos.
--II--
Tú, en cambio, permaneces para siempre,
y tu nombre de generación en generación.
Levántate y ten misericordia de Sión,
que ya es hora y tiempo de misericordia.
Tus siervos aman sus piedras,
se compadecen de sus ruinas:
los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor recontruya Sión,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones,
quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor:
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte,
para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Escucha, Señor, la súplica de los indefensos.
Ant. 3 Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es
obra de tus manos.
--III--
Él agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;
y yo diré: "Dios mío, no me arrebates
en la mitad de mis días."
Tus años duran por todas las generaciones:
al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es la obra de tus manos.
Ellos perecerán, tú permaneces,
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Tú, Señor, cimentaste la tierra, y el cielo es
obra de tus manos.
VERSÍCULO
V. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza.
R. Inclina tu oído a las palabras de mi boca.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Romanos
13, 1-14
Hermanos: Todos debéis vivir sometidos a las auto-
ridades públicas; que no hay autoridad que no venga de
Dios; y las que existen han sido ordenadas por Dios. Por
consiguiente: Quien se rebela contra la autoridad resiste
a la ordenación de Dios; y los que la resisten recibirán
condena.
Los magistrados no son de temer, cuando se ejecuta
una buena acción, sino cuando se hace una mala. ¿Quie-
res vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien, y serás
elogiado por ella; porque es ministro de Dios para ti en
orden al bien. Pero, si haces el mal, teme; que no en
vano lleva la espada. Es ministro de Dios para la ejecu-
ción de la cólera vengadora de Dios contra el malhe-
chor. Por lo cual, es preciso que viváis sometidos, no
sólo por temor al castigo, sino por deber de conciencia.
Y, por este motivo, pagadles también el tributo, que
son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en su
obligación. Pagad a todos lo que debéis: a quien tributo,
tributo; a quien impuesto, impuesto; temor, a quien de-
báis temor; y honor, a quien debáis honor.
No tengáis deuda con nadie, a no ser en amaros los
unos a los otros. Porque quien ama al prójimo ya ha
cumplido la ley. En efecto: el «no adulterarás», el «no
matarás», el «no robarás», el «no codiciarás» y los demás
mandamientos, cualesquiera que ellos sean, se resumen
en estas palabras: «Amarás a tu prójimo como a ti mis-
mo.» La caridad no hace nada malo al prójimo. Así que
amar es cumplir la ley entera.
Y, sobre todo, ya sabéis en qué tiempos vivimos. Por-
que ya es hora que despertéis del sueño, pues la salud
está ahora más cerca que cuando abrazamos la fe. La
noche va pasando, el día está encima; desnudémonos,
pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las
armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dig-
nidad. No andemos en comilonas y borracheras, ni en
deshonestidad ni lujuria, ni en riñas ni envidias; sino
revestíos de Jesucristo, el Señor; y no os preocupéis de
satisfacer las pasiones de esta vida mortal.
Responsorio
R. No tengáis deuda con nadie, a no ser en amaros los
unos a los otros; * porque quien ama al prójimo ya
ha cumplido la ley.
V. Pues toda la ley se concentra en esta frase: amarás
al prójimo como a ti mismo.
R. Porque quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley.
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
EI Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios
se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido ínti-
mamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por
adopción.
En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrup-
ción y la inmortalidad si no hubiéramos estado unidos
al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona.
¿Y cómo hubiésemos podido unirnos al que es la inco-
rrupción y la inmortalidad, si antes él no se hubiese
hecho uno de nosotros, a fin de que nuestro ser corrup-
tible fuera absorbido por la incorrupción y nuestro ser
mortal fuera absorbido por la inmortalidad, para que
recibiésemos la filiación adoptiva?
Así pues, este Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo
del Padre por naturaleza, y también es Hijo del hombre,
ya que tuvo una generación humana, hecho Hijo del
hombre a partir de María, la cual descendía de la raza
humana y a ella pertenecía.
Por esto el mismo Señor nos dio una señal en las
profundidades de la tierra y en lo alto de los cielos, se-
ñal que no había pedido el hombre, porque éste no podía
imaginar que una virgen concibiera y diera a luz, y que
el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que des-
cendiera a las profundidades de la tierra para buscar a
la oveja perdida (el hombre, obra de sus manos), y que,
después de haberla hallado, subiera a las alturas para
presentarla y encomendarla al Padre, convirtiéndose él
en primicias de la resurrección. Así, del mismo modo
que la cabeza resucitó de entre los muertos, también
todo el cuerpo (es decir, todo hombre que participa de
su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su
desobediencia) resucitará, por la trabazón y unión que
existe entre los miembros y la cabeza del cuerpo de
Cristo, que va creciendo por la fuerza de Dios, teniendo
cada miembro su propia y adecuada situación en el cuer-
po. En la casa del Padre hay muchas moradas, porque
muchos son los miembros del cuerpo.
Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre
y dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el
Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se
puso de manifiesto la bondad y el poder admirable de
Dios.
Responsorio
R. Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de
todos. * Y lo mismo que en Adán todos mueren, en
Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.
V. Lo mismo que por un hombre hubo muerte, por otro
hombre hay resurrección de los muertos.
R. Y lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo
todos serán llamados de nuevo a la vida.
ORACIÓN.
Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, venerarte con toda
el alma y amar a todos los hombres con afecto espi-
ritual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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