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Oficio de lectura
Lunes XXXIV Ordinario

II semana
Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Si eres, muerte, lo más mío
y mi vida lo más tuyo,
si con instantes construyo
mi tumba, hueco de frío,
si ensaya mi desvarío
morir mi muerte en el sueño,
¿me empeñaré en otro empeño?
¿Estaré, muerte, maduro
para el instante inseguro
de adueñarme de tu ensueño?

¿Eres victoria vencida,
o sol sin ningún ocaso?
¿Con mi sombra, a cada paso,
va tu sombra confundida?
¿Cuándo estallará, encendida,
ésta mi cárcel de lodo?
¿Dónde, con quién, de qué modo
llegará, muerte, el momento
de soltar mi voz al viento,
tú en mi nada y yo en mi todo? Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

- Salmo 30, 2-17, 20-25 -
--I--

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborrecea a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Ant. 2 Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

--II--

Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Ant. 3 Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios
de misericordia.

--III--

¡Que bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
"Me has arrojado de tu vista";
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios
de misericordia.

VERSÍCULO

V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Daniel
5, 1-2. 5-9. 13-17. 25-31

En aquellos días, el rey Baltasar dio un gran festín en
honor de mil dignatarios suyos y se dio a beber vino
con ellos. Animado por el vino, Baltasar mandó traer los
vasos de oro y plata que su padre Nabucodonosor se ha-
bía llevado del templo de Jerusalén, para que bebieran
en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus con-
cubinas.

De pronto aparecieron los dedos de una mano huma-
na que se pusieron a escribir detrás del candelabro, en la
cal de la pared del palacio real, y el rey vio la palma
de la mano que escribía. Entonces el rey cambió de
color, sus pensamientos se turbaron, las articulaciones
de sus caderas se le relajaron y sus rodillas se pusieron
a castañetear. Y el rey mandó a buscar a gritos a los
magos, caldeos y astrólogos. Tomó el rey la palabra y
dijo a los sabios de Babilonia:

«Aquel que lea este escrito y me dé a conocer su in-
terpretación será vestido de púrpura, se le pondrá al
cuello un collar de oro y será el tercero en el reino.»

Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pu-
dieron leer el escrito ni declarar al rey su interpretación.
El rey Baltasar se turbó mucho, cambió de color y sus
dignatarios quedaron desconcertados.

En seguida fue introducido Daniel a la presencia del
rey, y el rey dijo a Daniel:

«¿Eres tú, Daniel, uno de los judíos deportados, que
mi padre el rey trajo de Judá? He oído decir que en ti
reside el espíritu de Dios y que hay en ti luz, inteligen-
cia y sabiduría extraordinarias. Se ha traído ahora a mi
presencia a los sabios y magos para que leyeran este es-
crito y me declararan su interpretación, pero han sido
incapaces de descubrir su sentido. He oído decir que tú
puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si,
pues, logras leer este escrito y declararme su interpreta-
ción serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar
de oro y serás el tercero en el reino.»

Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey:

«Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro,
que yo leeré igualmente al rey este escrito y le daré a
conocer su interpretación.

La escritura trazada es: Mené, Tequel, Par sin. Y ésta
es la interpretación de las palabras:

Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin.

Tequel: Has sido pesado en la balanza y encontrado
falto de peso.

Par sin: Tu reino ha sido dividido y entregado a los
persas y a los medos.»

Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Da-
niel, ponerle un collar de oro al cuello y proclamar que
era el tercero en el reino.

Aquella misma noche fue asesinado Baltasar, rey de
los caldeos, y recibió el reino Darío el Medó, que conta-
ba sesenta y dos años.

Responsorio

R. No alcéis la frente contra el cielo, porque sólo Dios
gobierna: a uno humilla, a otro ensalza; * el Señor
tiene una copa en la mano, de la cual beberán todos
los malvados de la tierra.

V. El que adore a la bestia y a su imagen beberá del
vino de la cólera de Dios.

R. El Señor tiene una copa en la mano, de la cual bebe-
rán todos los malvados de la tierra.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa

Dice el Señor: Si vuestra virtud no es superior a la
de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los
cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de consis-
tir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y" en
verdad lo más justo y adecuado es que la creatura, he-
cha a imagen y semejanza de Dios, imite a su creador,
que ha establecido la reparación y santificación de los
creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de
la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y ha-
ciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes
y que la abolición del pecado en nosotros fuera el ori-
gen de las virtudes.

La virtud cristiana puede superar a la de los escribas
y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no
entenderla en un sentido material. Por esto el Señor, al
enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice:
Cuando ayunéis no os hagáis los melancólicos, como |os
hipócritas, que ponen una cara mustia, para hacer ver a
los demás que están ayunando. Os digo de veras: Ya re-
cibieron su paga. ¿Qué paga, sino la paga de la alabanza
de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe
muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona
una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud
interior; así, lo que no es más que maldad escondida se
complace en la falsa apreciación de los hombres.

El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque
el mayor premio que podemos desear es el mismo arnor;
el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios
mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en
ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una
gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu
tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene
a ser como la reunión de los frutos recolectados con su
esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea
el trabajo de cada uno tal será su ganancia; y donde
ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su soli-
citud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas
y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene
determinado por la tendencia de su deseo, y si este de-
seo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la
felicidad, sino la desdicha.

En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del
cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas
eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza
incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el
profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su
refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta
sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mis-
mos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuan-
do muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente
heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos
de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sus-
tento de los pobres se ganan con ello una riqueza impe-
recedera; lo que dieron en limosnas no es en modo al-
guno un derroche; éstos pueden en justicia tener su
corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acier-
to de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas.

Responsorio

R. No nos cansemos de practicar el bien; que a su
tiempo cosecharemos si no desmayamos. * Así que,
mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a
todos.

V. Lo que uno siembre, eso cosechará.

R. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos
el bien a todos.

ORACIÓN.

Oremos:
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que corres-
pondamos con mayor generosidad a la acción de tu gra-
cia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu
bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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