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Oficio de lectura
Lunes XXIV Ordinario

IV semana
Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

En el principio, tu Palabra,
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.

Desde tu Seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.

Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.

Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.

Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.

- Salmo 72 -
--I--

¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!

Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.

Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.

Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes los rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.

insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.

Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.

Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.

--II--

Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he levantado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?

Si yo dijera: "voy a hablar como ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.

Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.

Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.

Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.

Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.

--III--

Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.

Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.

¿No te tengo a ti en el cielo?
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.

Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.

Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.

VERSÍCULO

V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.

PRIMERA LECTURA

Del libro de Ester
3, 1-15

En aquellos días, el rey Asuero elevó al poder a Aman,
hijo de Hamdatá, del país de Agag; lo encumbró, y colocó
su asiento por encima de todos los dignatarios que esta-
ban con él; todos los servidores del rey, adscritos a la
Puerta Real, doblaban la rodilla y se postraban ante
Aman, porque así lo había ordenado el rey.

Pero Mardoqueo ni doblaba la rodilla ni se postraba.
Los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, dijeron
a Mardoqueo:

«¿Por qué traspasas la orden del rey?»

Y como se lo repitieran día tras día y él no les hiciera
caso, se lo comunicaron a Aman, para ver si Mardoqueo
persistía en su palabra, pues les había manifestado que
él era judío.

Vio Aman que, efectivamente, Mardoqueo no doblaba
la rodilla ni se postraba ante él, y se llenó de ira. Y, cuan-
do le notificaron a qué pueblo pertenecía Mardoqueo, no
contentándose con poner la mano sobre él solo, intentó
exterminar, junto con él, a todos los judíos de todo el
reino de Asuero»

El año doce del rey Asuero, el mes primero, que es el
mes de Nisán, se sacó el «Pur» (es decir, la suerte) en
presencia de Aman, para determinar el día y el mes. Sa-
lió el doce, que es el mes de Adar. Aman dijo al rey
Asuero:

«Hay un pueblo, disperso y diseminado entre los pue-
blos de todas las provincias de tu reino, con sus leyes, dis-
tintas de las de todos los pueblos, y que no cumple las
leyes reales. No conviene al rey dejarlos en paz. Si el
rey juzga conveniente publicar un decreto para extermi-
narlos, yo haré que se entreguen diez mil talentos de pla-
ta a los intendentes, para que los ingresen en la cámara
del tesoro.»

Entonces el rey, sacándose el anillo de su dedo, se lo
entregó a Aman, hijo de Hamdatá, el de Agag, y enemigo
de los judíos, y le dijo:

«La plata te la regalo; en cuanto a ese pueblo, haz lo
que te parezca.»

El día trece del primer mes fueron convocados los se-
cretarios del rey para escribir, según lo ordenado por
Aman, a los sátrapas del rey, a los inspectores de cada
provincia y a los jefes de todos los pueblos; a cada pro-
vincia según su escritura y a cada pueblo según su len-
gua. Se escribió en nombre del rey Asuero, se selló con
el anillo del rey y se enviaron las cartas, por medio de
los correos, a todas las provincias del rey, para extermi-
nar, matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y an-
cianos, niños y mujeres, y para saquear sus bienes, en
el espacio de un solo día, el trece del mes doce, que
es el mes de Adar.

El texto de este escrito debía ser promulgado como
ley en todas las provincias, y fue puesto en conocimiento
de todos los pueblos, a fin de que estuviesen preparados
para aquel día. Por orden del rey, partieron los correos
apresuradamente. El decreto fue publicado también en la
ciudadela de Susa. Mientras el rey y Aman banqueteaban,
en Susa reinaba la consternación.

Responsorio

R. Señor, Rey omnipotente, todo está sometido a tu
poder y no hay quien pueda resistir a tu voluntad.
* Redímenos por tu misericordia.

V. Escucha nuestra oración y convierte nuestro duelo
en alegría.

R. Redímenos por tu misericordia.

SEGUNDA LECTURA

Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores

Veamos, pues, lo que dice a los pastores que se apa-
cientan a sí mismos la palabra divina que a nadie adula:
Os bebéis su leche, os vestís con su lana; y matáis a las
mejor alimentadas, pero no apacentáis las ovejas. No
fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni
vendáis a las heridas; no recogéis las descarriadas ni
buscáis a las perdidas, y las habéis dominado con cruel-
dad y violencia. Al no tener pastor, se desperdigaron
mis ovejas.

De estos pastores que se apacientan a sí mismos y no
a las ovejas se dice aquí lo que buscan y lo que, por el
contrario, olvidan. ¿Qué es lo que buscan? Os bebéis su
leche, os vestís con su lana. Sobre ello dice el Apóstol:
¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién
apacienta un rebaño y no se aprovecha de la leche? Los
bienes, por tanto, que el pueblo ofrece para el sustento
de la vida corporal de sus prelados son como la leche
del rebaño. Pues de esto precisamente hablaba el Apóstol
en el lugar que os he recordado.

Si bien el Apóstol eligió para sí trabajar con sus pro-
pias manos, con el fin de no tener que buscar ni tan
sólo la leche de sus ovejas, afirmó, con todo, que tenía
derecho a recibir esta leche, como lo había establecido
el Señor al decir que quienes anuncian el Evangelio vi-
van del Evangelio; y en otro lugar afirma también que
otros coapóstoles suyos usaron de este derecho que les
había sido dado y que no habían usurpado. Al renun-
ciar él a este su derecho fue más allá de su obligación,
pero no exigió que los otros hicieran lo mismo. Quizá se
refiera también a esto mismo aquello que se nos dice
del buen samaritano que condujo al que había encon-
trado herido a la posada y dijo al posadero: Si gastas
algo más, ya te lo abonaré a mi vuelta.

¿Qué más debemos añadir sobre estos pastores que
no andan tras la leche de sus rebaños? Sin duda debe-
mos afirmar que son más misericordiosos o, mejor dicho,
que realizan con más largueza su deber de mostrar
misericordia. Pueden obrar así y, según esta posibilidad
que tienen, así obran. Alabemos a los que actúan de
esta manera, pero no condenemos a los que se comportan
de otro modo. Ya que el mismo Apóstol, aunque no bus-
caba los bienes que se le ofrecían, deseaba, sin embargo,
que las ovejas dieran su fruto y no las quería estériles
ni sin leche.

Responsorio

R. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré
sestear —dice el Señor—. * Buscaré las ovejas per-
didas, recogeré las descarriadas.

V. Curaré a las enfermas y cuidaré de las fuertes y
robustas.

R. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las desca-
rriadas.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas,
vuelve a nosotros tus ojos de bondad y haz que te sirva-
mos con todo el corazón, para que experimentemos los
efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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