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Oficio de lectura
San Lucas, evangelista
Fiesta

Nacido de familia pagana, se convirtió a la fe y acompañó
al apóstol Pablo, de cuya predicación es reflejo el evangelio
que escribió. Es autor también del libro denominado "Hechos
de los apóstoles, en el que se narran los orígenes de de la vida
de la Iglesia hasta la primera prisión de Pablo en Roma.

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Venid, adoremos al Señor, que nos habla por
medio del Evangelio.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Mensajeros de Dios
dadnos la Nueva;
mensajeros de paz,
sea paz nuestra.

Mensajeros de luz,
sea luz nuestra;
mensajeros de fe,
sea fe nuestra.

Mensajeros del Rey,
sea rey nuestro;
mensajeros de amor,
sea amor nuestro. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 A toda la tierra alcanzará su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.

Salmo 18 A

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega hasta el otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 A toda la tierra alcanzará su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.

Ant. 2 Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus
acciones.

Salmo 63

Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores.

afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: "¿Quién lo descubrirá?"
inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus
acciones.

Ant. 3 Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron
su gloria.

-Salmo 96-

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas inumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sotienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron
su gloria.

VERSÍCULO

V. Al oír los gentiles sus palabras,
quedaron llenos de gozo.
R. Y enaltecían la doctrina del Señor.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles
9, 27-31; 11, 19-26

En aquellos días, Bernabé tomó consigo a Saulo y lo
llevó a presencia de los apóstoles. Con todo detalle les
refirió cómo Saulo había visto al Señor en el camino y
cómo éste le había hablado; les contó además cómo Saulo
había predicado en Damasco con toda valentía en el nom-
bre de Jesús.

Quedóse, pues, Saulo con ellos en Jerusalén y predica-
ba con toda intrepidez en el nombre del Señor. Hablaba
también y discutía con los judíos helenistas, hasta que
éstos resolvieron quitarle la vida. Enterados de ello los
hermanos, lo llevaron a Cesárea, y de allí lo enviaron a
Tarso.

Mientras tanto, la Iglesia disfrutaba de paz en toda
Judea, Galilea y Samaría, y se edificaba y progresaba en
el temor del Señor y estaba llena del consuelo del Espíri-
tu Santo.

Los fieles, que se habían dispersado con motivo de la
persecución suscitada a la muerte de Esteban, llegaron
hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero predicaban la pa-
labra sólo a los judíos. Había, sin embargo, entre ellos
algunos de Chipre y de Cirene, que al llegar a Antioquía
comenzaron a predicar también a los griegos, anuncián-
doles la Buena Nueva de Jesús, el Señor. El poder del
Señor los asistía, y, así, un crecido número de gente
abrazó la fe y se convirtió al Señor. La noticia de estos
sucesos llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y envia-
ron a Antioquía a Bernabé. Cuando éste llegó a Antioquía
y vio la gracia de Dios, se llenó de júbilo, y exhortaba a
todos a que con entera voluntad permaneciesen, fieles al
Señor. Era un hombre de gran virtud, lleno del Espíritu
Santo y de una grande fe. Con esto, una gran multitud se
agregó al Señor.

Partió luego Bernabé para Tarso en busca de Saulo y,
así que lo encontró, lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron
los dos durante todo un año con la comunidad e instru-
yeron a muchísima gente. Fue allí, en Antioquía, donde
por primera vez se dio a los discípulos el nombre de
«cristianos».

Responsorio

R. La palabra del Señor arraigaba y se difundía cada
vez más, * y abrazaron la fe cuantos estaban desti-
nados a la vida eterna.

V. Y los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espí-
ritu Santo.

R. Y abrazaron la fe cuantos estaban destinados a la
vida eterna.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los
Evangelios

Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos
enseña unas veces con sus palabras, otras con sus obras.
Sus hechos, en efecto, son normas de conducta, ya que
con ellos nos da a entender tácitamente lo que debemos
hacer. Manda a sus discípulos a predicar de dos en dos,
ya que es doble el precepto de la caridad, a saber, el
amor de Dios y el del prójimo.

El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en
dos, y con ello nos indica sin palabras que el que no tiene
caridad para con los demás no puede aceptar, en modo
alguno, el ministerio de la predicación.

Con razón se dice que los envió delante de sí por todas
las aldeas y lugares que iba. a visitar. En efecto, el Señor
viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo pre-
cedido la predicación, viene entonces el Señor a la mo-
rada de nuestro interior, cuando ésta ha sido preparada
por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro
espíritu a la verdad. En este sentido dice Isaías a los
predicadores: Preparad el camino del Señor; enderezad
las sendas para nuestro Dios. Por esto les dice también
el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre el
ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que
en el declive de su pasión fue precisamente cuando, por
su resurrección, puso más plenamente de manifiesto su
gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con su resurrección,
pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto nosotros
alfombramos el camino del que sube sobre el ocaso cuan-
do os anunciamos su gloria, para que él, viniendo a con-
tinuación, os ilumine con su presencia amorosa.

Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores
que envía a sus campos: La mies es mucha, pero los ope-
rarios son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que
envíe trabajadores a su mies. Por tanto, para una mies
abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto,
no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay
que reconocer que, si bien hay personas que desean es-
cuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dedi-
quen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo está lleno de
sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un
trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibi-
do el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los
deberes de este ministerio.

Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que
dice el Evangelio: Rogad al Señor de la mies que envíe
trabajadores a su mies. Rogad también por nosptros,
para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y
para que nuestra voz no deje nunca de exhortaros, no
sea que, después de haber recibido el ministerio de la
predicación, seamos acusados ante el justo Juez por nues-
tro silencio.

Responsorio

R. Después de haber investigado todo diligentemente
desde el principio, he escrito ordenadamente el Evan-
gelio; * para que estemos convencidos de la seguridad
de las enseñanzas que hemos recibido.

V. He tratado de todo lo que hizo y enseñó Jesús desde
sus comienzos.

R. Para que estemos convencidos de la seguridad de las
enseñanzas que hemos recibido.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor Dios, que elegiste a san Lucas para que, con su
predicación y sus escritos, revelara al mundo tu amor
hacia los pobres, concede a quienes nos gloriamos de ser
cristianos vivir unidos con un solo corazón y una sola
alma y haz que todos los pueblos lleguen a contemplar
a tu Salvador. Que vive y reina contigo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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