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Oficio de lectura
EL NACIMIENTO DE
SAN JUAN EL BAUTISTA.
Solemnidad

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Venid, adoremos al Cordero de Dios, a quien Juan
anunció lleno de alegría.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Voz más rica que un concierto
y que sube hasta el Jordán
es la voz, a campo abierto,
del que clama en el desierto,
y que lo llamaron Juan.

Vio cómo el cielo se abría
sobre el Cordero de Dios,
y su voz le anunciaría.
¡Oh radiante profecía
que por siempre unió a los dos!

Más aún, en su presencia,
con humilde sumisión,
pide el que es Dios por esencia
bautismo de penitencia
para empezar su misión.

Juan bautiza al Deseado,
¡doble abismo de humildad!:
ante el Hijo muy amado,
por el Padre proclamado,
se rindió su caridad.

¡Oh sin par doxología!:
voz del Padre en el Jordán,
el Hijo que la acogía
y la Paloma que ardía
sobre Jesús y san Juan. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 El Señor me llamó desde el vientre de mi ma-
dre, cuando aún estaba yo en el seno materno pronunció
mi nombre.

- Salmo 20, 2-8. 14 -

Señor, rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la ha concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor
y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 El Señor me llamó desde el vientre de mi ma-
dre, cuando aún estaba yo en el seno materno pronunció
mi nombre.

Ant. 2 El Señor hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano.

Salmo 91
--I--

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laudes
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
que profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 El Señor hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano.

Ant. 3 Juan declaró como testigo: «El que ha de venir
después de mí existía antes que yo.»

-II-

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges co aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como palmera,
y se alzará como cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para ploclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Juan declaró como testigo: «El que ha de venir
después de mí existía antes que yo.»

VERSÍCULO

V. Éste vino como testigo
enviado a declarar en favor de la luz.
R. Para que por su medio todos abrazasen la fe.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Jeremías
1, 4-10. 17-19

Recibí esta palabra del Señor:

«Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de
que salieras del seno materno, te consagré: te nombré
profeta de los gentiles.»

Yo repuse:

«¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un
muchacho.»

El Señor me contestó:

«No digas: '-Soy un muchacho'', que adonde yo te en-
víe irás, y lo que yo te mande lo dirás. No les tengas mie-
do, yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—.»

El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me
dijo:

«Mira: yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te esta-
blezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar,
para destruir y demoler, para edificar y plantar. Pero tú
cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando.
No les tengas miedo, que yo no te haré desmayar de-
lante de ellos. Mira: Yo te convierto hoy en plaza fuerte,
en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a
todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, fren-
te a los sacerdotes y la gente del pueblo; lucharán contra
ti, pero no podrán contigo, porque yo estoy contigo para
librarte —oráculo del Señor—.»

Responsorio

R. Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de
que salieras del seno materno, te consagré: * te nom-
bré profeta de los gentiles.

V. Yo pongo mis palabras en tu boca, yo te establezco
sobre pueblos y reyes.

R. Te nombré profeta de los gentiles.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Agustín, obispo

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo
sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se
festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo.
Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras expli-
caciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio
tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profun-
dizarlo y sacar provecho de él.

Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una joven-
cita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de
su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del na-
cimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en re-
sumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el
poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos
no nos permiten llegar hasta las profundidades de este
misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que ha-
bla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel
que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos,
aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual
habéis sido hechos templo.

Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos
Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el
mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegan
hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo
antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo
antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo
nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún
no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en
las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su
misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién
es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas perte-
necen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de
la humana pequenez. Finalmente, nace, se le impone el
nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos
acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza
de su significado.

Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan,
el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de
Zacarías significaba que, antes de la predicación de
Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo
latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel
a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El
hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de
Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el
velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anun-
ciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado
muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel
que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su mi-
sión de anunciar al Señor, le dijeron: Dinas quién eres.
Y él respondió: Yo soy la voz del que clama, en el desier-
to. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que
existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pa-
sajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.

Responsorio

R. A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, * por-
que irás delante del Señor a preparar sus caminos.

V. Anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de
sus pecados.

R. Porque irás delante del Señor a preparar sus ca-
minos.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
Dios todopoderoso, que suscitaste a san Juan Bau-
tista, para que le preparara a Cristo un pueblo bien
dispuesto, concede a tu pueblo el don de la alegría
espiritual y guíanos por el camino de la salvación y
de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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