II semana
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.
HIMNO
Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.
Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
- Salmo 30, 2-17, 20-25 -
--I--
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;
ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborrecea a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.
Ant. 2 Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
--II--
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como un cacharro inútil.
Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Ant. 3 Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios
de misericordia.
--III--
¡Que bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad:
"Me has arrojado de tu vista";
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios
de misericordia.
VERSÍCULO
V. Los cielos pregonan su justicia.
R. Y todos los pueblos contemplan su gloria.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías
61, 1-11
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor
me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a
los pobres, para vendar los corazones desgarrados, para
proclamar la amnistía a los cautivos, la libertad a los
prisioneros, para proclamar el año de gracia del Señor,
el día del desquite de nuestro Dios, para consolar a los
afligidos de Sión, para cambiar su ceniza en corona, su
traje de luto en perfume de fiesta, su abatimiento en cán-
ticos.
Estos serán llamados «Robles de justicia», «Plantación
del Señor» para manifestar su gloria. Reconstruirán las
viejas ruinas, levantarán los edificios caídos, renovarán
las ciudades desoladas, los escombros de pasadas genera-
ciones. Vendrán extranjeros a pastorear vuestros reba-
ños, y serán forasteros vuestros labradores y viñadores.
Vosotros seréis llamados «Sacerdotes del Señor», «Minis-
tros de nuestro Dios» se os llamará. Comeréis la opulen-
cia de las naciones y tomaréis posesión de sus riquezas.
Por haber sido duplicada su vergüenza y por haber
sido su herencia la afrenta y los salivazos, por eso en su
propia tierra obtendrán una porción doble y disfrutarán
de una eterna alegría.
Pues yo, el Señor, amo la justicia y detesto la rapiña
y el crimen. Yo les daré su recompensa con toda fidelidad
y haré con ellos una alianza eterna. Su raza será célebre
entre las naciones y sus vastagos entre los pueblos. Cuan-
tos los vean reconocerán que son raza bendita del Señor.
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto
en un manto de triunfo, como a un novio que se pone la
corona, o a una novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace
brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos, ante todos los pueblos.
Responsorio
R. El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor
me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noti-
cia a los pobres, * para vendar los corazones desga-
rrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, la
libertad a los prisioneros.
V. Yo procedo y vengo del Padre; no he venido por
cuenta propia, sino que he sido enviado por él.
R. Para vendar los corazones desgarrados, para procla-
mar la amnistía a los cautivos, la libertad a los pri-
sioneros.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Pedro Crisólogo, obispo
Aunque en el misterio mismo de la encarnación del Se-
ñor no faltaron claros indicios de su divinidad, la solem-
nidad que hoy celebramos nos descubre y revela de diver-
sas maneras que Dios tomó naturaleza humana, para que
nuestra condición mortal, siempre envuelta por las tinie-
blas de la ignorancia, no pierda por ignorancia lo que ha
alcanzado tener y poseer sólo por gracia.
Pues aquel que quiso nacer para nosotros no quiso ser
ignorado por nosotros, y por eso se nos revela, para que
este gran misterio de amor no se convierta en ocasión de
gran error.
Hoy los magos encuentran llorando en la cuna al que
buscaban resplandeciente en las estrellas. Hoy los magos
contemplan claramente entre pañales al que larga y re-
signadamente buscaban en los astros, en la oscuridad de
las señales.
Hoy los magos revuelven en su mente con profundo
estupor lo que allí han visto: el cielo en la tierra, la tierra
en el cielo, el hombre en Dios, Dios en el hombre, y a
aquel a quien no puede contener el universo encerrado en
un pequeño cuerpecillo. Y, al verlo, lo aceptan sin discu-
sión, como lo demuestran sus dones simbólicos: el in-
cienso, con el que profesan su divinidad; el oro, expresión
de la fe en su realeza; la mirra, como signo de su condi-
ción mortal.
Así los gentiles, que eran los últimos, llegan a ser los
primeros, ya que la fe de los magos inaugura la creencia
de toda la gentilidad.
Hoy entra Cristo en las aguas del Jordán, para lavar
los pecados del mundo: así lo atestigua Juan con aquellas
palabras: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. Hoy el siervo prevalece sobre el Señor, el
hombre sobre Dios, Juan sobre Cristo; pero prevalece en
vista a obtener el perdón, no a darlo.
Hoy, como dice el salmista, la voz del Señor sobre las
aguas. ¿Qué voz? Éste es mi Hijo amado, en quien tengo
mis complacencias.
Hoy el Espíritu Santo se cierne sobre las aguas en for-
ma de paloma, para que así como aquella otra paloma
anunció a Noé que el diluvio había cesado en el mundo,
así ahora ésta fuera el indicio por el que los hombres co-
nocieran que había terminado el naufragio del mundo; y
no lleva, como aquélla, una pequeña rama del viejo olivo,
sino que derrama sobre la cabeza del nuevo progenitor la
plenitud del crisma, para que se cumpla lo profetizado en
el salmo: Por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con acei-
te de júbilo entre todos tus compañeros.
Hoy Cristo comienza la serie de sus signos celestiales
al convertir el agua en vino. Más tarde, el agua se conver-
tirá en el sacramento de su sangre, con lo que Cristo
dará, a los que beban del vaso de su cuerpo, la auténtica
bebida, dando así cumplimiento a las palabras del salmis-
ta: Y mi copa rebosa.
Responsorio
R. Tres fueron los dones preciosos que los magos ofre-
cieron al Señor en aquel día, y que encerraban en sí
tres divinos misterios: •* el oro, que lo reconocía
como rey poderoso; el incienso, que lo proclamaba
como sumo sacerdote; y la mirra, que profetizaba su
muerte y sepultura.
V. Los magos adoraron en la cuna al autor de nuestra
salvación y, de sus tesoros, le ofrecieron presentes,
llenos de un místico simbolismo.
R. El oro, que lo reconocía como rey poderoso; el in-
cienso, que lo proclamaba como sumo sacerdote; y
la mirra, que profetizaba su muerte y sepultura.
ORACIÓN.
Oremos:
Te pedimos, Señor, que ilumines nuestros corazones
con el esplendor de tu divinidad, para que podamos
pasar a través de las tinieblas de este mundo y llegar
a la patria de la eterna claridad. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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