3 de noviembre
Nació en Lima (Perú) de padre español y madre mulata, el
año 1579. De jovencito aprendió el oficio de barbero cirujano,
que luego, al ingresar en la Orden de Predicadores, ejerció
ampliamente en favor de los pobres. Llevó una vida de mor-
tificación, de humildad y de gran devoción a la eucaristía.
Murió el año 1639.
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Entremos en la presencia del Señor dándole gracias.
HIMNO
Dios de la tierra y del cielo,
que por dejarlas más clara,
las grandes aguas separas,
pones límite al cielo.
Tú que das cauce al riachuelo
y alzas la nube a la altura,
tú que, en cristal de frescura,
sueltas las aguas del río
sobre las tierras de estío,
sanando su quemadura,
danos tu gracia, piadoso,
para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.
Hazlo en la fe luminoso,
alegre en austeridad,
y hágalo tu claridad
salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades,
el amor a tu verdad. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Vendrá el Señor y no callará.
- Salmo 49 -
--I--
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios y no callará.
Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo.
"Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio."
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Vendrá el Señor y no callará.
Ant. 2 Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
--II--
"Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contre ti;
--yo, el Señor, tu Dios--.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;
pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.
Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria."
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
Ant. 3 Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento
de Dios más que holocaustos.
-III-
Dios dice al pecador:
"¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara."
Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ese me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento
de Dios más que holocaustos.
VERSÍCULO
V. Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte.
R. Yo, el Señor, tu Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Jeremías
37, 20; 38, 14-28
En aquellos días, el rey Sedecías ordenó que custo-
diasen a Jeremías en el patio de la guardia, y que le
diesen una hogaza de pan al día —de la calle de los Pa-
naderos—, mientras hubiese pan en la ciudad. Y Jere-
mías se quedó en el patio de la guardia. El rey Sedecías
mandó que le trajeran al profeta Jeremías, a la tercera
entrada del templo; y el rey dijo a Jeremías:
«Quiero preguntarte una cosa: no me calles nada.»
Respondió Jeremías a Sedecías:
«Si te lo digo, seguro que me matarás; y si te doy un
consejo, no me escucharás.»
El rey Sedecías juró en secreto a Jeremías:
«¡Vive el Señor que nos dio la vida!, que no te ma-
taré ni te entregaré en poder de estos hombres que te
persiguen a muerte.»
Respondió Jeremías a Sedecías:
«Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel:
Si te rindes a los generales del rey de Babilonia, salvarás
la vida, y no incendiarán la ciudad; viviréis tú y tu fa-
milia. Pero si no te rindes a los generales del rey de
Babilonia, esta ciudad caerá en manos de los caldeos,
que la incendiarán; y tú no escaparás.»
El rey Sedecías dijo a Jeremías:
«Tengo miedo de que me entreguen en manos de los
judíos que se han pasado a los caldeos, y que me mal-
traten.»
Respondió Jeremías:
«No te entregarán. Escucha la voz del Señor, que te
comunico, y te irá bien y salvarás la vida. Pero si te
niegas a rendirte, éste es el oráculo que me ha mani-
festado el Señor: Escucha: todas las mujeres que han
quedado en el palacio real de Judá serán entregadas a
los generales del rey de Babilonia, y cantarán: "Te han
engañado y te han traicionado tus buenos amigos; han
hundido tus pies en el barro, y se han marchado." To-
das tus mujeres y tus hijos se los entregarán a los cal-
deos; y tú no te librarás de ellos, sino que caerás en
poder del rey de Babilonia, que incendiará la ciudad.»
Sedecías dijo a Jeremías:
«Que nadie sepa de esta conversación, y no morirás.
Si los jefes se enteran de que he hablado contigo, y
vienen a preguntarte: "Cuéntanos lo que has dicho al
rey; no nos lo ocultes, y no te mataremos", tú les res-
ponderás: "Estaba presentando mi súplica al rey, para
que no me llevasen de nuevo a casa de Jonatán, a morir
allí."»
Vinieron los príncipes y le preguntaron, y él respon-
dió según las instrucciones del rey. Así se fueron sin
decir nada, porque la cosa no se supo. Y así se quedó
Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día de la con-
quista de Jerusalén.
Responsorio
R. Acreditémonos siempre en todo como verdaderos ser-
vidores de Dios: por nuestra mucha constancia en
las tribulaciones, * en las necesidades y angustias,
en los azotes y en las prisiones.
V. Todos los que han sido gratos a Dios han pasado
por muchas tribulaciones, permaneciéndole fieles.
R. En las necesidades y angustias, en los azotes y en
las prisiones.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía del papa Juan veintitrés, en la canoniza-
ción de san Martín de Porres
Martín nos demuestra con el ejemplo de su vida que
podemos llegar a la salvación y a la santidad por el ca-
mino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en pri-
mer lugar, amamos a Dios con todo nuestro corazón, con
toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y si, en se-
gundo lugar, amamos al prójimo como a nosotros mis-
mos.
Él sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, car-
gado con nuestros pecados, subió al leño, y por esto
tuvo un amor especial a Jesús crucificado, de tal modo
que, al contemplar sus atroces sufrimientos, no podía
evitar el derramar abundantes lágrimas. Tuvo también
una singular devoción al santísimo sacramento de la
eucaristía, al que dedicaba con frecuencia largas horas
de oculta adoración ante el sagrario, deseando nutrirse
de él con la máxima frecuencia que le era posible.
Además, san Martín, obedeciendo el mandato del di-
vino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad
para con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe
íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos porque
los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos
suyos; y los amaba aún más que a sí mismo, ya que,
por su humildad, los tenía a todos por más justos y per-
fectos que él.
Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las
más graves injurias, pues estaba convencido que era mu-
cho más lo que merecía por sus pecados; ponía todo su
empeño en retornar al buen camino a los pecadores;
socorría con amor a los enfermos; procuraba comida,
vestido y medicinas a los pobres; en la medida que le
era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y
mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como es-
clavos de la más baja condición, lo que le valió, por
parte del pueblo, el apelativo de «Martín de la caridad».
Este santo varón, que con sus palabras, ejemplos y
virtudes impulsó a sus prójimos a una vida de piedad,
también ahora goza de un poder admirable para elevar
nuestras mentes a las cosas celestiales. No todos, por
desgracia, son capaces de comprender estos bienes so-
brenaturales, no todos los aprecian como es debido, al
contrario, son muchos los que, enredados en sus vicios,
los menosprecian, los desdeñan o los olvidan completa-
mente. Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos
la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimien-
to de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos man-
datos.
Responsorio
R. Dichoso el hombre que se conserva íntegro y no se
pervierte por la riqueza. * Su dicha será consolida-
da por el Señor.
V. ¿Quién es éste, y lo felicitaremos? Pues ha hecho
algo admirable en su pueblo.
R. Su dicha será consolidada por el Señor.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que llevaste a san Martín de Po-
rres a la gloria celestial, por medio de una vida escon-
dida y humilde, concédenos seguir de tal manera sus
ejemplos, que merezcamos, como él, ser llevados al cie-
lo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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