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Oficio de lectura
Lunes XVII Ordinario
SAN IGNACIO DE LOYOLA,
presbítero
Memoria

Nació el año 1491 en Loyola, en las provincias vascongadas
de España; su vida transcurrió primero entre la corte real y la
milicia; luego se convirtió y estudió teología en París, donde
se le juntaron los primeros compañeros con los que había de
fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús. Ejerció un
fecundo apostolado con sus escritos y con la formación de
discípulos, que habían de trabajar intensamente por la refor-
ma de la Iglesia. Murió en Roma el año 1556.

31 de julio

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Entremos en la presencia del Señor dándole gracias.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Dios de la tierra y del cielo,
que por dejarlas más clara,
las grandes aguas separas,
pones límite al cielo.

Tú que das cauce al riachuelo
y alzas la nube a la altura,
tú que, en cristal de frescura,
sueltas las aguas del río
sobre las tierras de estío,
sanando su quemadura,

danos tu gracia, piadoso,
para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.

Hazlo en la fe luminoso,
alegre en austeridad,
y hágalo tu claridad
salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades,
el amor a tu verdad. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Sálvame, Señor, por tu misericordia.

- Salmo 6 -

Señor, no me corrijas con tu ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuando?

Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?

Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tanta contradicciones.

Apartaos de mí los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.

Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Ant. 2 El Señor es el refugio del oprimido en los
momentos de peligro.

Salmo 9A
--I--

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo
y toco en honor de tu nombre, ¡oh Altísimo!

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho
sentado en tu trono como juez justo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él jusgará el orbe con justicia
y regirá los pueblos con rectitud.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confían en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 El Señor es el refugio del oprimido en los
momentos de peligro.

Ant. 3 Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

-II -

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda,
y no olvida los gritos de los humildes.

Piedad, Señor; mira cómo me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.

Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza de humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infundeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

VERSÍCULO

V. Enséñame a cumplir tu voluntad.
R. Y a guardarla de todo corazón.

PRIMERA LECTURA

Del primer libro de los Reyes
10, 1-13

En aquellos días, la reina de Saba oyó la fama de
Salomón y fue a desafiarle con enigmas. Llegó a Jeru-
salen con una gran caravana de camellos cargados de
perfumes y oro en gran cantidad y piedras preciosas.
Entró en el palacio de Salomón y le propuso todo lo que
pensaba. Salomón resolvió todas sus consultas; no hubo
una cuestión tan oscura que el rey no pudiera resolver.

Cuando la reina de Saba vio la sabiduría de Salomón,
la casa-que había construido, los manjares de su mesa,
toda la corte sentada a la mesa, los camareros con sus
uniformes sirviendo, las bebidas, los holocaustos que
ofrecía en el templo del Señor, se quedó asombrada y
dijo al rey:

«¡Es verdad lo que me contaron en mi país de ti y tu
sabiduría! Yo no quería creerlo; pero, ahora que he ve-
nido y lo veo con mis propios ojos, resulta que no me
habían dicho ni la mitad. En sabiduría y riquezas superas
todo lo que yo había oído. ¡Dichosa tu gente, dichosos
los cortesanos que están siempre en tu presencia apren-
diendo de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios,
que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido
para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado
rey para que gobiernes con justicia!»

La reina regaló al rey cuatro mil kilos de oro, gran
cantidad de perfumes y piedras preciosas. Nunca llega-
ron tantos perfumes como los que la reina de Saba re-
galó al rey Salomón.

Por su parte, el rey Salomón regaló a la reina de Saba
todo lo que a ella se le antojó, aparte de lo que el mis-
mo rey Salomón, con su esplendidez, le regaló. Después,
ella y su séquito emprendieron el viaje de vuelta a su
país.

La flota de Jirán, que transportaba el oro de Ofir,
trajo también madera de sándalo en gran cantidad y
piedras preciosas. Con la madera de sándalo el rey hizo
balaustradas para el templo del Señor y el palacio real,
y cítaras y arpas para los cantores. Nunca llegó madera
de sándalo como aquélla, ni se ha vuelto a ver hasta hoy.

Responsorio

R. La reina del sur resucitará en el día del juicio con
los hombres de esta raza, y hará que Dios los con-
dene, porque ella vino de un extremo del mundo
para escuchar la sabiduría de Salomón; * mientras
que en vuestro caso hay uno que es superior a Sa-
lomón.

V. Cuando la reina de Saba vio la sabiduría de Salo-
món, se quedó asombrada.

R. Mientras que en vuestro caso hay uno que es supe-
rior a Salomón.

SEGUNDA LECTURA

De los hechos de san Ignacio recibidos por Luis Goncal-
ves de labios del mismo santo

Ignacio era muy aficionado a los llamados libros de
caballería, narraciones llenas de historias fabulosas e
imaginarias. Cuando se sintió restablecido, pidió que le
trajeran algunos de esos libros para entretenerse, pero
no se halló en su casa ninguno; entonces le dieron para
leer un libro llamado Vida de Cristo y otro que tenía
por título Flos santorum, escritos en su lengua ma-
terna.

Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a
sentir algún interés por las cosas que en ellas se trata-
ban. A intervalos volvía su pensamiento a lo que había
leido en tiempos pasados y entretenía su imaginación
con el recuerdo de las vanidades que habitualmente rete-
nían su atención durante su vida anterior.

Pero entretanto iba actuando también la misericordia
divina, inspinrado en su ánimo otros pensamientos, ade-
más de los que suscitaba en su mente lo que acababa
de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los
santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí
mismo. "¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco
o que santo Domingo?" Y, así, su mente estaba siempre
activa. Estos pensamientos duraban mucho tiempo, has-
ta que, distraído por cualquier motivo, volvía a pensar,
también por largo tiempo, en las cosas vanas y mun-
danas. Esta sucesión de pensamientos duró bastante
tiempo.

Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba
en las cosas del mundo, ello le producía de momento
un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la reali-
dad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contra-
rio, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las aus-
teridades de los santos, no sólo entonces experimentaba
un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo
dejaban lleno de alegría. De esta diferencia él no se
daba cuenta ni le daba importancia, hasta que un día se
le abrieron los ojos del alma y comenzó a admirarse de
esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que,
mientras una clase de pensamientos lo dejaban triste,
otros, en cambio, alegre. Y así fue como empezó a refle-
xionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuan-
do se dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia
suya le ayudó mucho a comprender lo que sobre la dis-
creción de espíritus enseñaría luego a los suyos.

Responsorio

R. El que toma la palabra que hable palabra de Dios.
El que se dedica al servicio que lo haga en virtud del
encargo recibido de Dios. * Así, Dios será glorificado
en todo, por medio de Jesucristo.

V. Ante todo, teneos una constante caridad unos con
otros.

R. Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Je-
sucristo.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor Dios, que suscitaste en tu Iglesia a san Igna-
cio de Loyola para que extendiera más la gloria de
tu nombre, concédenos que, a imitación suya y apo-
yados en su auxilio, libremos también en la tierra el
noble combate de la fe, para que merezcamos ser
coronados juntamente con él en el cielo. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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