30 de novimbre
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.
HIMNO
Mensajeros de Dios
dadnos la Nueva;
mensajeros de paz,
sea paz nuestra.
Mensajeros de luz,
sea luz nuestra;
mensajeros de fe,
sea fe nuestra.
Mensajeros del Rey,
sea rey nuestro;
mensajeros de amor,
sea amor nuestro. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 A toda la tierra alcanzará su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.
Salmo 18 A
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega hasta el otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 A toda la tierra alcanzará su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.
Ant. 2 Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus
acciones.
Salmo 63
Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores.
afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.
Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: "¿Quién lo descubrirá?"
inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.
El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus
acciones.
Ant. 3 Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron
su gloria.
-Salmo 96-
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas inumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sotienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron
su gloria.
VERSÍCULO
V. Contaron las alabanzas del Señor y su poder.
R. Y las maravillas que realizó.
PRIMERA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Pablo
a los Corintios
1, 18- 2,3
Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para
los que están en vías de perdición; pero para los que
están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza
de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los
sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde está el letrado? ¿Dónde está el so-
fista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en
necedad la sabiduría del mundo?
Y, como en la sabiduría de Dios el mundo no lo co-
noció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse
de la necedad de la predicación, para salvar a los cre-
yentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos bus-
can sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo cruci-
ficado: escándalo para los judíos, necedad para los gen-
tiles; pero para los llamados a Cristo —judíos o grie-
gos—: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio
de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de
Dios es más fuerte que los hombres.
Fijaos en vuestra asamblea: no hay en ella muchos
sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos
nobles; todo lo contrario: lo necio del mundo lo ha esco-
gido Dios para confundir a los sabios. Y lo débil del
mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún
más: ha escogido la gente baja del mundo, lo desprecia-
ble, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; de
modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que
Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santifi-
cación y redención. Y así —como dice la Escritura— «el
que se gloría, que se gloríe en el Señor».
Cuando vine a vosotros, hermanos, a anunciaros el tes-
timonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia ni
sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de
saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado.
Me presenté a vosotros débil y temeroso; mi palabra y
mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana,
sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para
que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hom-
bres, sino en el poder de Dios.
Responsorio
R. Caminando por la ribera del mar de Galilea, vio el
Señor a Pedro y a Andrés, que estaban echando la
red en el mar, y los llamó: * «Venid en pos de mí,
y yo os haré pescadores de hombres.»
V. Pues eran pescadores, y les dijo:
R. «Venid en pos de mí, y yo os haré pescadores de
hombres.»
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre
el evangelio de san Juan
Andrés, después de haber estado con Jesús y haber
aprendido de él muchas cosas, no guardó para sí este
tesoro, sino que se apresuró a acudir a su hermano, para
hacerle partícipe de su dicha. Fijémonos en lo que dice
a su hermano: «Hemos encontrado al Mesías» (traduci-
do, quiere decir «Cristo»). ¿Te das cuenta cómo empie-
za, ya desde este momento, a enseñar lo que en breve
tiempo había aprendido? Con ello demuestra la eficacia
del Maestro, que tan convencidos los había dejado, y su
propio interés y diligencia, manifestada ya desde el pri-
mer momento. Este mensaje, en efecto, es propio del
alma que anhela ardientemente la llegada del Señor,
que espera su venida del cielo, que se llena de gozo con
su aparición y que se apresura a anunciar a los demás
algo tan grande. Ésta es la prueba del verdadero y since-
ro amor fraternal, el mutuo intercambio de bienes espi-
rituales.
También es digna de notar la docilidad y prontitud
de ánimo de Pedro. Al momento, sin dilación, acude a
Jesús. Y lo presentó —dice— a Jesús. Pero no debemos
extrañarnos de esta facilidad de Pedro, que acude sin
previo examen. Lo más verosímil es que su hermano le
explicara todas estas cosas con detalle; pero es que los
evangelistas lo explican siempre todo de manera resu-
mida, por razón de brevedad. Por lo demás, tampoco dice
que hubiese creído al instante, sino: Y lo presentó a
Jesús, para ponerlo en sus manos y para que fuese él
quien le enseñase; pues estaba ahí en calidad de un
discípulo más y a eso venía.
En efecto, si Juan Bautista —cuando dijo: Es el Cor-
dero, y: Bautiza con el Espíritu— dejó a Cristo la ulte-
rior explicación de estas palabras, con mayor razón lo
hizo Andrés, ya que él no se consideraba capaz de expli-
carlo todo, y por esto condujo a su hermano a la fuente
de la luz, a la que éste acudió con prisa y alegría, sin
perder un instante.
Responsorio
R. Tan pronto como san Andrés oyó la voz del Señor,
que le llamaba, dejó las redes, con las cuales ga-
naba el sustento, * y siguió al que otorga las re-
compensas de la vida eterna.
V. Éste es aquel que sufrió el martirio de la cruz por
amor de Cristo y por difundir su ley.
R. Y siguió al que otorga las recompensas de la vida
eterna.
HIMNO FINAL
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de
tu pueblo y concédenos que, así como el apóstol san
Andrés fue en la tierra predicador del Evangelio, y
pastor de tu Iglesia, así ahora en el cielo sea nuestro
poderoso abogado ante ti. Por nuestro Señor Jesu-
Cristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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