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Oficio de lectura
Martes XXI Ordinario
EL MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA
Memoria

29 de agosto

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Alabemos a Dios que en su Palabra,
nos revela el designio salvador,
y digamos en súplica confiada:
"Renuévame por dentro, mi Señor."

No cerremos el alma su llamada
ni dejemos que arraigue el desamor;
aunque dura es la lucha, su palabra
será bálsamo suave en el dolor.

Caminemos los días de esta vida
como tiempo de Dios y de oración;
él es fiel a la alianza prometida:
"Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios."

Tú dijiste, Jesús, que eras camino
para llegar al Padre sin temor;
concédenos la gracia de tu Espíritu
que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.

- Salmo 9B -
--I--

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.

El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
"No hay Dios que me pida cuentas."

La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios
y desafía a sus rivales.
Piensa: "No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado."

Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y fraudes,
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.

Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrandolo a sus redes;

se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: "Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.

Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

--II--

Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?

Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.

Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.

Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant. 3 Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata refinada siete veces.

- Salmo 11 -

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblés de corazón.

Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: "La lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?"

El Señor responde: "Por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía."

Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata refinada siete veces.

VERSÍCULO

V. El Señor hace caminar a lo humildes con rectitud.
R. Enseña su camino a los humildes.

PRIMERA LECTURA

De la carta a los Efesios
5, 8-21

Hermanos: Antes erais tinieblas, pero ahora sois luz
en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Toda bondad,
justicia y verdad son fruto de la luz. Examinad qué es lo
que agrada al Señor, y no toméis parte en las obras in-
fructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas;
porque lo que ésos hacen a escondidas da vergüenza
hasta decirlo. Pero todo eso, cuando la luz lo denuncia,
queda al descubierto, y todo lo que está al descubierto
recibe el influjo de la luz. Por eso dice: «Despierta, tú
que duermes, levántate de la muerte y te iluminará
Cristo.»

Mirad, pues, con cuidado, cómo os portáis; que no
sea como necios, sino como sabios, aprovechando bien
la ocasión presente, porque los días son malos. Por eso,
no seáis necios, sino entended bien cuál es la voluntad
del Señor. No os embriaguéis, porque el vino es fuente
de libertinaje. Colmaos más bien de espíritu, recitando
entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados,
cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. Dad
continuamente gracias a Dios Padre por todos sus bene-
ficios, en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.

Vivid sumisos unos, a otros como lo pide el respeto
debido a Cristo.

Responsorio

R. Sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz.
* Toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz.

V. Vosotros sois la luz del mundo. Alumbre vuestra luz
a los hombres.

R. Toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero

El santo Precursor del nacimiento, de la predicación
y de la muerte del Señor mostró en él momento de la
lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada
de Dios, ya que, como dice la Escritura, aunque, a juicio
de los hombres, haya sufrido castigos, su esperanza es-
taba llena de inmortalidad. Con razón celebramos su día
natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y ador-
nado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón
veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que
selló con su martirio el testimonio que había dado del
Señor.

No debemos poner en duda que san Juan sufrió la
cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nues-
tro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su
perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató
de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente
para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice: Yo soy la verdad; por consi-
guiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la
derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su
nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció
también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión
futura del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derra-
mando su sangre, después de un largo y penoso cautive-
rio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz
que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres
malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo
aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cris-
to, la luz en persona, dio el título de «lámpara que arde
y que ilumina»; fue bautizado en su propia sangre aquel
a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír
la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gra-
cia del Espíritu Santo que descendía sobre él. Mas a él,
todos aquellos tormentos temporales no le resultaban
penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los
sufría por causa de la verdad y sabía que habían de me-
recerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte —que de todas maneras había de acaecerle
por ley natural— era para él algo apetecible, teniendo en
cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cris-
to y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna.
Bien lo dice el Apóstol: Dios os ha dado la gracia de
creer en Jesucristo y aun de padecer por él. El mismo
Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el
hecho de sufrir por Cristo: Los padecimientos de esta
vida presente tengo por cierto que no son nada en com-
paración con la gloria futura que se ha de revelar en
nosotros.

Responsorio

R. Herodes había mandado prender a Juan y, cargán-
dolo de cadenas, lo metió en la cárcel, * por insti-
gación de Herodías, la mujer de su hermano, con la
cual se había casado.

V. Y envió a uno de sus guardias, que lo decapitó en
la cárcel.

R. Por instigación de Herodías, la mujer de su herma-
no, con la cual se había casado.

ORACIÓN.

Oremos:
Dios nuestro, que quisiste que san Juan Bautista
fuera el precursor de tu Hijo, tanto en su nacimiento
como en su muerte, concédenos que, así como él dio
su vida por dar testimonio de la verdad y de la justi-
cia, así también nosotros entreguemos generosamente
la nuestra al testimonio y servicio del Evangelio, Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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