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Oficio de lectura
Martes XVII Ordinario
SANTOS JOAQUÍN Y ANA,
padres de la Santísima Virgen María
Memoria

26 de Julio

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Alabemos a Dios que en su Palabra,
nos revela el designio salvador,
y digamos en súplica confiada:
"Renuévame por dentro, mi Señor."

No cerremos el alma su llamada
ni dejemos que arraigue el desamor;
aunque dura es la lucha, su palabra
será bálsamo suave en el dolor.

Caminemos los días de esta vida
como tiempo de Dios y de oración;
él es fiel a la alianza prometida:
"Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios."

Tú dijiste, Jesús, que eras camino
para llegar al Padre sin temor;
concédenos la gracia de tu Espíritu
que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.

- Salmo 9B -
--I--

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.

El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
"No hay Dios que me pida cuentas."

La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios
y desafía a sus rivales.
Piensa: "No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado."

Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y fraudes,
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.

Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrandolo a sus redes;

se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: "Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.

Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

--II--

Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?

Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.

Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.

Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant. 3 Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata refinada siete veces.

- Salmo 11 -

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblés de corazón.

Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: "La lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?"

El Señor responde: "Por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía."

Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata refinada siete veces.

VERSÍCULO

V. El Señor hace caminar a lo humildes con rectitud.
R. Enseña su camino a los humildes.

PRIMERA LECTURA

Del libro de Job
31, 1-8. 13-23. 35-37

Pronunció Job estas palabras:

«Yo hice un pacto con mis ojos de no fijarme en
doncellas. Mas Dios ¿qué suerte me reserva desde el cie-
lo?, ¿qué herencia el Poderoso desde lo alto? ¿No es
acaso la desgracia para el hombre que es injusto, y el
fracaso para el que obra iniquidad?

¿No contempla él mis caminos? ¿No me lleva la cuen-
ta de mis pasos? ¿He caminado yo con embusteros, o han
corrido mis pies tras la mentira? Péseme Dios en ba-
lanza no alterada y entonces mi honradez comprobará.

Si aparté mis pasos del camino, siguiendo los capri-
chos de mis ojos, o si a mis manos mancha alguna se
adhirió, ¡que otro coma lo que yo sembrare y arranque
los retoños de mis campos!

Si negué su derecho al esclavo o a la esclava en litigio
surgido contra mí, ¿qué podría yo hacer cuando Dios se
levantase, o qué respondería, si me llegase a interrogar?
El que me hizo a mí en el vientre ¿no lo hizo también
a él?, ¿no nos hizo él a todos igualmente?

Si al pobre negué lo que deseaba o dejé bañarse en
llanto los ojos de la viuda, si comí yo solo mi pan, sin
compartirlo con el huérfano —yo que desde joven los
he. cuidado como un padre, yo que los he guiado desde
niño—, si vi al pobre o al vagabundo sin ropa con qué
cubrirse, y no me dieron las gracias sus cuerpos, ca-
lientes con el vellón de mis ovejas, si contra el inocente
alcé la mano, por saber que el tribunal su apoyo me
brindaba, ¡que mi espalda se arranque de mi nuca y mi
brazo del hombro se desgaje!

Pues el terror de mi Dios me invadiría y no sería
capaz de resistir el esplendor de tanta majestad.

¡Ojalá que él me escuchara! ¡Yo estampo aquí mi
firma! Que me responda el Todopoderoso, que mi rival
escriba su alegato: Yo lo llevaría sobre mis hombros, lo
ceñiría sobre mi frente igual que una diadema, de cada
uno de mis pasos cuenta le daría, y avanzaría hacia él,
igual que un príncipe.»

Responsorio

R. ¿No es acaso la desgracia para el hombre que es
injusto, y el fracaso para el que obra iniquidad? * En
todo lugar están los ojos del Señor observando a los
malos y a los buenos.

V. ¿No contempla él mis caminos? ¿No me lleva la cuen-
ta de mis pasos?

R. En todo lugar están los ojos del Señor observando
a los malos y a los buenos.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Juan Damasceno, obispo

Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de
Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a ade-
lantarse al germen de la gracia, sino que esperó a dar
su fruto hasta que la gracia hubo dado el suyo. Conve-
nía, en efecto, que naciese como primogénita aquella de
la que había de nacer el primogénito de toda la creación,
en el cual todo se mantiene.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la
creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció
al Creador el más excelente de todos los dones, a saber,
aquella madre casta, la única digna del Creador.

Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas a luz; rompe a
cantar de júbilo, la que no tenías dolores. Salta de gozo,
Joaquín, porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo
se nos ha dado, y será llamado: «Ángel del gran de-
signio» de la salvación universal, «Dios poderoso». Este
niño es Dios.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana, total-
mente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vues-
tro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los
conoceréis. Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de
una manera agradable a Dios y digna de aquella que tuvo
en vosotros su origen. Con vuestra conducta casta y
santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad,
aquella que había de permanecer virgen antes del parto,
en el parto y después del parto; aquella que, de un
modo único y excepcional, cultivaría siempre la virgini-
dad en su mente, en su alma y en su cuerpo.

¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guar-
dando la castidad prescrita por la ley natural, conse-
guisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la
ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que
fue madre de Dios sin conocer varón. Vosotros, com-
portándoos en vuestras relaciones humanas de un modo
piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los
ángeles, que es ahora la reina de los ángeles. ¡Oh bellí-
sima niña, sumamente amable! ¡Oh hija de Adán y ma-
dre de Dios! ¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre
de los que saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te lle-
varon, los labios que tuvieron el privilegio de besarte
castamente, es decir, únicamente los de tus padres, para
que siempre y en todo guardaras intacta tu virginidad!
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, to-
cad. Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.

Responsorio

R. Servían día y noche al Señor con ayunos y oracio-
nes, * y esperaban la redención de Israel.

V. Pedían a Dios que visitase a su pueblo.

R. Y esperaban la redención de Israel.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor, Dios de nuestros padres, que concediste a san
Joaquín y a santa Ana el privilegio de tener como hija
a María, la madre del Señor, concédenos, por la inter-
cesión de estos dos santos, la salvación que has prome-
tido a tu pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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