22 de julio
Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente
en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de
Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor
resucitado de entre los muertos (Me 16, 9). Fue sobre todo du-
rante el siglo xil cuando su culto se difundió en la Iglesia
occidental.
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.
HIMNO
En el principio, tu Palabra,
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.
Desde tu Seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.
Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.
Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.
Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
- Salmo 72 -
--I--
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes los rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.
--II--
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he levantado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: "voy a hablar como ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en
tristeza.
Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.
--III--
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues
los que se alejan de ti se pierden.
VERSÍCULO
V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Job
12, 1-25
Job tomó la palabra y dijo:
«Realmente sois gente importante y con vosotros mo-
rirá la sabiduría; pero también yo tengo inteligencia y no
soy menos que vosotros: ¿quién no sabe todo eso?
Soy el hazmerreír de mi vecino, yo, que llamaba a Dios
y me escuchaba. (¡El hazmerreír, siendo honrado y ca-
bal!) Y los que se sienten satisfechos exclaman: "Que
vaya a la desgracia, al desprecio, dad un último golpe al
que vacila." Y, con todo, están en paz las tiendas de los
salteadores, y viven tranquilos los que desafían a Dios,
pensando que lo tienen en su puño.
Pregunta a las bestias y te instruirán, a las aves del
cielo y te informarán, a los reptiles del suelo y te darán
lecciones, te lo contarán los peces del mar: con tantos
maestros, ¿quién no sabe que la mano de Dios lo ha he-
cho todo? En su mano está el alma de los vivientes y el
espíritu del hombre de carne.
¿No distingue el oído las palabras, y no saborea el
paladar los manjares? ¿No está en los ancianos la sabidu-
ría, y la prudencia en los viejos?
Pues él posee sabiduría y poder; la perspicacia y la
prudencia son suyas. Lo que él destruye, nadie lo levanta;
si él aprisiona, nadie escapará; si retiene la lluvia, viene
la sequía: si la suelta, se inunda la tierra.
Él posee fuerza y eficacia, suyos son el engañado y el
que engaña; él puede hacer estúpidos a los consejeros,
y hacer enloquecer a los gobernantes; él arranca a los
reyes sus insignias, y les ata una soga a la cintura; él
despoja a los sacerdotes de su gloria, y derriba los pode-
res establecidos; quita la palabra a los elocuentes, y pri-
va de sensatez a los ancianos; arroja desprecio sobre
los nobles, y afloja el cinturón de los robustos; arranca
a las tinieblas sus secretos, y saca a luz lo que estaba en-
tre las sombras; levanta pueblos y los arruina, dilata na-
ciones y las destierra; quita el talento a los jefes, y los
extravía por una inmensidad sin caminos, donde van a
tientas en lóbrega tiniebla, tropezando corno ebrios.»
Responsorio
R. Dios posee sabiduría y poder; la perspicacia y la pru-
dencia son suyas. * Lo que él destruye, nadie lo le-
vanta; si él aprisiona, nadie escapará.
V. Él no cambia, ¿quién podrá disuadirlo? Él realiza lo
que quiere.
R. Lo que él destruye, nadie lo levanta; si él aprisiona,
nadie escapará.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los
Evangelios
María Magdalena, cuando llegó al sepulcro y no en-
contró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo ha-
bía llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fue-
ron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que
era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el
Evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a
su casa. Y añade, a continuación: María se había queda-
do fuera, llorando junto al sepulcro.
Lo que hay que considerar en estos hechos es la
intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella
mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los
discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que
no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en
el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien
pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la
única en verlo entonces, porque se había quedado bus-
cándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es
la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de
aquel que es la Verdad en persona: El que persevere
hasta el fin se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego
en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la
dilación iba aumentando su deseo, y este deseo aumen-
tado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos,
en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación
los enfría, es porque no son o no eran verdaderos de-
seos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la ver-
dad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por
esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios
vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idén-
ticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en
el Cantar de los cantares: Desfallezco de amor; y tam-
bién: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Se le pre-
gunta la causa de su dolor con la finalidad de aumen-
tar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se
enciende con más fuerza el fuego de su amor.
Jesús dijo: «.¡María!» Después de haberla llamado
con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido re-
conocido, la llama ahora por su nombre propio. Es
como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce
a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a
los demás, sino en especial.» María, al sentirse llama-
da por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado,
y, al momento, lo llama «rabbuní», es decir: «maes-
tro», ya que el mismo a quien ella buscaba exterior-
mente era el que interiormente la instruía para que lo
buscase.
Responsorio
R. Cuando volvió del sepulcro del Señor, María Mag-
dalena anunció a los discípulos: «He visto al Se-
ñor.» * Dichosa ella que fue digna de llevar la no-
ticia de la resurrección de la Vida.
V. Llorando al que amaba, encontró al que buscaba,
y anunció luego al que había encontrado.
R. Dichosa ella que fue digna de llevar la noticia de
la resurrección de la Vida.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios nuestro, que quisiste que santa María Magda-
lena fuese la primera en recibir de tu Hijo unigénito
la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos,
por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, demos
a conocer a Cristo resucitado y merezcamos contem-
plarlo luego reinando en tu gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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