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Oficio de lectura
Jueves XXVIII Ordinario.
SANTA TERESA DE JESÚS,
Virgen y Doctora de la Iglesia

15 de octubre

Nació en Ávila (España) el año 1515. Ingresó en la Orden
del Carmelo, donde realizó grandes progresos en el camino de
la perfección y gozó de místicas revelaciones. Habiendo em-
prendido la reforma de su Orden, tuvo que sufrir muchas
dificultades, que superó con gran fortaleza de ánimo. También.
escribió varias obras, insignes por lo elevado de su doctrina,
fruto de su experiencia personal. Murió en Alba de Tormes el
año 1582.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?

A voz de tu aliento
se estremeció la nada;
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.

Señor, ¿a quién iremos,
st tu voz no nos habla?

Nos hablas en las voces
de tu voz semejanza:
en los goces pequeños
y en las angustias largas.

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?

En los silencios íntimos
donde se siente el alma,
tu clara voz creadora
despierta la nostalgia.

¿A quién iremos, Verbo,
entre tantas palabras?

Al golpe de la vida,
perdemos la esperanza;
hemos roto eo camino
y el roce de tu planta.

¿A dónde iremos, dinos,
Señor, si no nos hablas?

¡Verbo del Padre, Verbo
de todas la mañanas,
de las tardes serenas,
de las noches cansadas!

¿A dónde iremos, Verbo,
si tú eres la Palabra? Amén.

SALMODIA

Ant.1 No fue su brazo el que les dio la victoria, sino
tu diestra y la luz de tu rostro.

- Salmo 43-
--I--

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeiste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 No fue su brazo el que les dio la victoria, sino
tu diestra y la luz de tu rostro.

Ant. 2 No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os
convertís a él.

--II--

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dipersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 No apartará el Señor su rostro de vosotros, si os
convertís a él.

Ant. 3 Levántate, Señor, no nos rechaces más.

--III--

Todo eso nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado a suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Levántate, Señor, no nos rechaces más.

VERSÍCULO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

PRIMERA LECTURA

Del libro de Ben Sirá
16, 24—17, 12

Escuchadme y aprended sabiduría, prestad atención
a mis palabras, voy a exponer con ponderación mi pen-
samiento y con modestia mi doctrina.

Cuando al principio creó Dios sus obras y las hizo
existir, les asignó sus funciones; determinó para siempre
su actividad y sus dominios por todas las edades; no
desfallecen ni se cansan ni faltan a su obligación. Nin-
guna estorba a su compañera, nunca desobedecen las
órdenes de Dios. Después el Señor se fijó en la tierra y
la colmó de sus bienes; cubrió su faz con toda clase de
vivientes, que han de volver a ella.

El Señor formó al hombre de tierra y le hizo volver
de nuevo a ella; le concedió un plazo de días contados y
le dio dominio sobre la tierra; lo revistió de un poder
como el suyo y lo hizo a su propia imagen; impuso su
temor a todo viviente, para que dominara a bestias y
aves.

Les formó boca, lengua, ojos, oídos y mente para en-
tender; los colmó de inteligencia y sabiduría y les enseñó
el bien y el mal; les mostró sus maravillas, para que se
fijaran en ellas, para que alaben el santo nombre y cuen-
ten sus grandes hazañas.

Les concedió inteligencia y en herencia una ley que
da vida; hizo con ellos alianza eterna enseñándoles sus
mandamientos. Sus ojos vieron la grandeza de su glo-
ria, y sus oídos oyeron la majestad de su voz. Les ordenó
abstenerse de toda idolatría y les dio preceptos acerca
del prójimo.

Responsorio

R. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el
segundo es del cielo. * Nosotros, que somos imagen
del hombre terreno, seremos también imagen del
hombre celestial.

V. El Señor formó al hombre de tierra y lo hizo a su
propia imagen.

R. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno,
seremos también imagen del hombre celestial.

SEGUNDA LECTURA

De las Obras de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora
de la Iglesia

Con tan buen amigo presente —nuestro Señor Jesu-
cristo—, con tan buen capitán, que se puso en lo primero
en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da es-
fuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro,
y he visto después, que para contentar a Dios y que nos
haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta
Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se
deleita.

Muy muchas veces lo he visto por experiencia; háme-
lo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta
hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana
Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro
camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación;
por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien
nos vienen todos los bienes. Él lo enseñará; mirando su
vida, es el mejor dechado.

¿Qué más queremos que Un tan buen amigo al lado,
que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como
hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le
amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glo-
rioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca
siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón.
Yo he mirado con cuidado, después que esto he enten-
dido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no
iban por otro camino: san Francisco, san Antonio de
Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena.

Con libertad se ha de andar en este camino, puestos
en las manos de Dios; si su Majestad nos quisiere subir
a ser de los de su cámara y secreto, ir de buena gana.

Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del
amor con que nos hizo tantas mercedes y cuan grande
nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos
tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto
siempre y despertándonos para amar, porque, si una vez
nos hace el Señor merced que se nos imprima en el co-
razón este amor, sernos ha todo fácil, y obraremos muy
en breve y muy sin trabajo.

Responsorio

R. Los que se alejan de ti se pierden. * Para mí lo bue-
no es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.

V. Quien se une al Señor es un espíritu con él.

R. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del
Señor mi refugio.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor todopoderoso, que quisiste que santa Teresa de
Jesús, bajo el impulso del Espíritu Santo, manifestara a
tu Iglesia el camino de la perfección, haz que encontre-
mos en sus escritos nuestro alimento y que encendamos
con ellos en nosotros el deseo de una verdadera santidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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