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Laudes
Sábado
SAN GREGORIO MAGNO,
papa y doctor de la Iglesia
Memoria

3 de septiembre

Nació en Roma hacia el año 540. Desempeñó primero diver-
sos cargos públicos, y llegó luego a ser prefecto de la Urbe.
Más tarde se dedicó a la vida monástica, fue ordenado diácono
y nombrado legado pontificio en Constantinopla. El día 3 de
septiembre del año 590 fue elegido papa, cargo que ejerció
como verdadero pastor, en su modo de gobernar, en su ayuda
a los pobres, en la propagación y consolidación de la fe. Tiene
escritas muchas obras sobre teología moral y dogmática. Mu-
rió el día 12 de marzo del año 604.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Señor, yo sé que, en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa,
porque todo tuviera su figura.

Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos de la altura.

Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto,
y en la ribera sin temblor del rio,

por eso yo te adoro, mudo y quieto,
y por eso, Señor, el dolor mío
para llegar hasta ti se hizo soneto. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia
y de noche tu fidelidad.

- Salmo 91 -

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!.
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi roca no existe la maldad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia
y de noche tu fidelidad.

Ant. 2 Dad gloria a nuestro Dios.

Cántico.
Dt. 32,1-12

Escuchad, cielos, y hablaré;
oye, tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como sereno sobre el césped;
voy a proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.

Él es la Roca, sus obras son perfectas,
sus caminos son justos,
es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.

Hijos degenerados, se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿no es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?

Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue la parte de su heredad.

Lo encontró en una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.

Como el águila incita a su nidada,
revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.

El Señor solo los condujo,
no hubo dioses extraños con él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Dad gloria a nuestro Dios.

Ant. 3 ¡Qué admirable es tu nombre, Señor,
en toda la tierra!

- Salmo 8 -

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 ¡Qué admirable es tu nombre, Señor,
en toda la tierra!

LECTURA BREVE

Rm 12, 14-16a

Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Ale-
graos con los que se alegran; llorad con los que llo-
ran. Tened un mismo sentir entre vosotros, sin ape-
tecer grandezas; atraídos más bien por lo humilde.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre el
profeta Ezequiel

Hijo de hombre, te he puesto como atalaya en la casa
de Israel. Fijémonos cómo el Señor compara sus predica-
dores a un atalaya. El atalaya está siempre en un lugar
alto para ver desde lejos todo lo que se acerca. Y todo
aquel que es puesto como atalaya del pueblo de Dios
debe, por su conducta, estar siempre en alto, a fin de
preverlo todo y ayudar así a los que tiene bajo su cus-
todia.

Estas palabras que os dirijo resultan muy duras para
mí, ya que con ellas me ataco a mí mismo, puesto que
ni mis palabras ni mi conducta están a la altura de mi
misión.

Me confieso culpable, reconozco mi tibieza y mi negli-
gencia. Quizá esta confesión de mi culpabilidad me al-
cance el perdón del Juez piadoso. Porque, cuando estaba
en el monasterio, podía guardar mi lengua de conversa-
ciones ociosas y estar dedicado casi continuamente a la
oración. Pero, desde que he cargado sobre mis hombros
la responsabilidad pastoral, me es imposible guardar el
recogimiento que yo querría, solicitado como estoy por
tantos asuntos.

Me veo, en efecto, obligado a dirimir las causas, ora
de las diversas Iglesias, ora de los monasterios, y a juz-
gar con frecuencia de la vida y actuación de los indivi-
duos en particular; otras veces tengo que ocuparme de
asuntos de orden civil, otras, de lamentarme de los es-
tragos causados por las tropas de los bárbaros y de te-
mer por causa de los lobos que acechan al rebaño que
me ha sido confiado. Otras veces debo preocuparme de
que no falte la ayuda necesaria a los que viven someti-
dos a una disciplina regular, a veces tengo que soportar
con paciencia a algunos que usan de la violencia, otras,
en atención a la misma caridad que les debo, he de sa-
lirles al encuentro.

Estando mi espíritu disperso y desgarrado con tan
diversas preocupaciones, ¿cómo voy a poder reconcen-
trarme para dedicarme por entero a la predicación y al
ministerio de la palabra? Además, muchas veces, obli-
gado por las circunstancias, tengo que tratar con las per-
sonas del mundo, lo que hace que alguna vez se relaje
la disciplina impuesta a mi lengua. Porque, si mantengo
en esta materia una disciplina rigurosa, sé que ello me
aparta de los más débiles, y así nunca podré atraerlos
adonde yo quiero. Y esto hace que, con frecuencia, es-
cuche pacientemente sus palabras, aunque sean ociosas.
Pero, como yo también soy débil, poco a poco me voy
sintiendo atraído por aquellas palabras ociosas, y em-
piezo a hablar con gusto de aquello que había empezado
a ;escuchar con paciencia, y resulta que me encuentro a
gusto postrado allí mismo donde antes sentía repug-
nancia de caer.

¿Qué soy yo, por tanto, o qué clase de atalaya soy,
que no estoy situado, por mis obras, en lo alto de la
montaña, sino que estoy postrado aún en la llanura de
mi debilidad? Pero el Creador y Redentor del género
humano es bastante poderoso para darme a mí, indigno,
la necesaria altura de vida y eficacia de palabra, ya que
por su amor, cuando hablo de él, ni a mí mismo me
perdono.

RESPONSORIO BREVE

V. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.
R. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.

V. Mi lengua recitará tu auxilio.
R. Cuando salmodie para ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Gregorio, pastor eximio, fue un modelo acabado de
vida pastoral y nos legó una regla segura para seguir
esa vida.

Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Gregorio, pastor eximio, fue un modelo acabado de
vida pastoral y nos legó una regla segura para seguir
esa vida.

PRECES.

Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo, que
ha querido ser amado y servido en los hermanos, es-
pecialmente en los que sufren, y supliquémosle insis-
tentemente diciendo:

Señor, acrecienta nuestro amor.

Al recordar esta mañana tu santa resurrección,
te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de
tu redención a todos los hombres.

Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimo-
nio del nombre cristiano
y ofrezcamos nuestra jornada como un culto es-
piritual agradable al Padre.

Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos
los hombres
y a saberte servir a ti en cada uno de ellos.

Cristo Señor nuestro, vid verdadera de la que no-
sotros somos sarmientos,
haz que permanezcamos en ti y demos fruto abun-
dante para que con ello sea glorificado nuestro
Padre que está en el cielo.

Se pueden añadir algunas [Intenciones] libres
peticiones

Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos
ahora al Padre, diciendo como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro .............

ORACIÓN.

Señor Dios, que cuidas a tu pueblo con ternura y
lo gobiernas con amor, te pedimos que, por interce-
sión del papa san Gregorio Magno, concedas el espí-
ritu de sabiduría a quienes has establecido como
maestros y pastores de la Iglesia, para que así el pro-
greso de los fieles constituya el gozo eterno de sus
pastores. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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