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Laudes
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
Virgen y Doctora de la Iglesia

1 de octubre

Nació en Aleçon (Francia), el año 1873. Siendo aún muy
joven, ingresó en el monasterio de carmelitas de Lisieux,
ejercitándose, sobre todo en la humildad, la sencillez evangéli-
ca y la confianza en Dios, virtudes que se esforzó en inculcar,
de palabra y de obra, en las novicias. Murió el díaa 30 de sep-
tiembre del año 1897, ofreciendo su vida por la salvación de
las almas y por el incremento de la Iglesia. Por la secillez
y claridad de sus escritos, y la sabiduría de su doctrina el
papa Juan Pablo II la nombró Doctora de la Iglesia universal
el 19 de octubre de 1997.

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Para vosotros el misterio del Padre,
con vosotros la luz del Verbo;
en vosotros, la llamada del Amor
que es fuego.

¡Hontanares de Dios!,
¡hombres del Evangelio!,
¡humildes inteligencias luminosas!,
¡grades hombres de barro tierno!

El mundo tiene hambre de infinito
y sed de cielo;
las creaturas nos atan a lo efímero
y nos vamos perdiendo en el tiempo.

Para nosotros,
el misterio que aprendisteis de Padre;
con nosotros, la luz que os dio el Verbo;
en nosotros, el Amor ingénito.

¡Hombres de Cristo, maestros de la Iglesia!,
dadnos una vida y un anhelo,
la angustia por la verdad,
por el error el miedo.

Dadnos una vida de rodillas
ante el misterio,
una visión de este mundo de muerte
y una esperanza de cielo.

Padre, te pedimos para la Iglesia
la ciencia de estos maestros. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede
ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

- Salmo 62 -

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansias de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a las sombras de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede
ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Ant. 2 Alumbre así vuestra luz a los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y den gloria a
vuestro Padre.

Cántico.
Dn. 3,57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Angeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieve, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzadlo, por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Alumbre así vuestra luz a los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y den gloria a
vuestro Padre.

Ant. 3 La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante
que espada de doble filo.

-Salmo 149-

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante
que espada de doble filo.

LECTURA BREVE

Sb 7, 13-14

Aprendí la sabiduría sin malicia, reparto sin envi-
dia, y no me guardo sus riquezas. Porque es un te-
soro inagotable para los hombres: los que lo adquie-
ren se atraen la amistad de Dios, porque el don de
sus enseñanzas los recomienda.

SEGUNDA LECTURA

De la narración de la vida de santa Teresa del Niño
Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, escrita por ella misma.

Teniendo un deseo inmenso de martirio, acudí a las
cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta.
Mis ojos dieron causualmente con los capítulos doce y
trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero
de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo
apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de
diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo
tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente,
pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme
la paz.

Continué leyendo sin desanimarme y encontré esta
consoladora exhortación: Aspirad a los dones más exce-
lentes; yo quiero mostraros mi camino todavía mucho
mejor.
El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayo-
res dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma
caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un
modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me
había reconocido a mí misma en ninguno de los miem-
bros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba
era más bien verme en todos ellos. En la caridad des-
cubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia
tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miem-
bros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario
y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón
y este corazón está ardiendo en amor. Entendí que
sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros
de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles
anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían
su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el
amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo
es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una
palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé:
"Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi voca-
ción: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio
lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has se-
ñalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi
madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo y
mi deseo se verá colmado."

RESPONSORIO BREVE

V. El pueblo cuenta su sabiduría.
R. El pueblo cuenta su sabiduría.

V. La asamblea pregona su alabanza.
R. Cuenta su sabiduría.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El pueblo cuenta su sabiduría.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo os aseguró que si no volvéis a haceros como niños,
no entraréis en el reino de los cielos.

Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visistará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestro pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo os aseguró que si no volvéis a haceros como niños,
no entraréis en el reino de los cielos.

PRECES.

Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vír-
genes, y supliquémosle diciendo:

Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.

Señor Jesucristo, a quien las vírgenes amaron como
a su único esposo,
concédenos que nada nos aparte de tu amor.

Tú que coronaste a María como reina de las vír-
genes,
por su intercesión concédenos recibirte siempre
con pureza de corazón.

Por intercesión de las santas vírgenes que te sir-
vieron siempre con fidelidad, consagradas a ti en
cuerpo y alma,
ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo
que pasa no nos separen de tu amor eterno.

Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las
vírgenes prudentes esperaban,
concédenos que aguardemos tu retorno glorioso
con una esperanza activa.

Por intercesión de santa Teresita, que fue virgen
sensata y doctora de la Iglesia,
concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la
pureza de costumbres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres
peticiones

Con sencillez y humildad digamos la oración que
Jesús nos enseñó:

Padre nuestro .............

ORACIÓN.

Dios y Padre nuestro, que abres las puertas de tu rei-
no a los pequeños y a los humildes, haz que sigamos
confiadamente el camino de sencillez que siguió santa
Teresa del Niño Jesús, para que, por su intercesión, tam-
bién nosotros lleguemos a descubrir aquella gloria que
permanece escondida a los sabios y a los prudentes se-
gún el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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