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Laudes
Jueves II de Adviento
SAN JUAN DE LA CRUZ,
presbítero y doctor de la Iglesia.
Memoria

Nació en Fontiveros (España) hacia el año 1542. Transcu-
rrido un tiempo de vida carmelita, a partir del año 1568 fue
el primero entre sus hermanos de religión que se dedicó a la
reforma de su Orden, persuadido por sant Teresa de Ávila,
esta reforma le costó innumerables sufrimientos y dificultades.
El año 1591 murió en Úbeda, ilustre por su santidad y doctrina,
como lo atestiguan las obras espirituales por él escritas.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Ven, Señor, no tardes,
ven, que te esperamos;
ven, Señor, no tardes,
ven pronto, Señor.

El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor,
los hombres no son hermanos
porque han matado al Amor.

Envuelto en noches sombrías,
gime el mundo de pavor;
va en busca de una esperanza,
buscando tu fe, Señor.

Al mundo le falta vida
y le falta corazón;
le falta cielo en la tierra,
si no lo riega tu amor.

Roma el cielo su silencio,
baje el rocío a la flor,
ven, Señor, no tardes tanto,
ven, Señor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

- Salmo 79 -

Pastor de Israel, escucha,
tu que guías a José como a un rebaño;
tu que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuando estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó rices
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por que has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tu fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Ant. 2 Anunciad a toda la tierra que el Señor
hizo proezas.

Cántico
Is. 12,1-6

Te doy, gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mí Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
"¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!"

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Anunciad a toda la tierra que el Señor
hizo proezas.

Ant. 3 Aclamad a Dios, nuestra fuerza. +

- Salmo 80 -

Aclamad a Dios, nuestra fuerza:
+ dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad las trompetas por la luna nueva,
por la luna llena que es nuestra fiesta;

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
"Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un Dios extraño,
no adoraras un dios extranjero:
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto:
abre tu boca y yo la saciaré.

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
En un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios,

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

LECTURA BREVE

Rm 14, 17-19

Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo;
ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germi-
ne la justicia.

SEGUNDA LECTURA

Del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, prebítero.

Por más misterios y maravillas que han descubierto
los santos doctores y entendido las santas almas en este
estado de vida, les quedó todo lo más por decir y aun
por entender, y así hay mucho que ahondar en Cristo,
porque es como una abundante mina con muchos senos
de tesoros, que por más que ahonden, nunca les hallan
fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas
venas de nuevas riquezas acá y allá. Que por eso dijo
san Pablo del mismo Cristo, diciendo: En Cristo moran
todos los tesoros y sabiduría escondidos,
en los cuales
el alma no puede entrar ni puede llegar a ellos, si no
pasa primero por la estrechura del padecer interior y
exterior a la divina Sabiduría.

Porque aun a lo que en esta vida se puede alcanzar
de estos misterios de Cristo, no se puede llegar sin ha-
ber padecido mucho y recibido muchas mercedes inte-
lectuales y sensitivas de Dios, y habiendo precedido mu-
cho ejercicio espirituale, porque todas estas mercedes son
más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo,
porque todas son como disposiciones para venir a ella.

¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede
llegar a la espesura y sabiduría de las riquezas de Dios,
que son de muchas maneras, si no es entrando en la
espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en
eso el alma su consolación y deseo! ¡Y cómo el alma que
de veras desea sabiduría divina desea primero el pade-
cer, para entrar en ella, en la espesura de la cruz!

Que por eso san Pablo amonestaba a los de Éfeso
que no desfalleciesen en las tribulaciones, que estuviesen
bien fuertes y arraigados en la caridad, para que pudie-
sen comprender con todos los santos qué cosa sea la
anchura y la logura y la altura y la profundidad, y para
saber también la supereminente caridad de la ciencia de
Cristo, para ser llenos de todo henchimiento de Dios.

Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría,
la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entra
por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se
viene por ella es de muchos.

RESPONSORIO BREVE

V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. "Yo mismo te auxilio --dice el Señor-- y yo,
el Santo de Israel, soy tu redentor."

Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. "Yo mismo te auxilio --dice el Señor-- y yo,
el Santo de Israel, soy tu redentor."

PRECES.

Imploremos, hermanos, a Dios Padre, que ha envia-
do a su Hijo para salvar al mundo, y digámosle su-
plicantes:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Padre lleno de amor, no permitas que nuestra vida
y nuestras obras rechacen a Cristo, tu enviado,
pues nuestra lengua lo proclama con fe plena.

Tú que enviaste a tu Hijo para salvación de los
hombres,
aleja de nuestra nación y del mundo entero toda
desgracia y todo dolor.

Que la tierra entera se alegre por la venida de tu
Hijo,
experimentando cada día más la felicidad que en
ti se encierra.

Concédenos, por tu misericordia, llevar ya desde
ahora una vida sobria y religiosa,
mientras aguardamos la dichosa esperanza, la apa-
rición gloriosa de Jesucristo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres
peticiones

Con el gozo que nos da el saber que Cristo viene
para hacernos hijos de Dios, digamos al Padre:

Padre nuestro .............

ORACIÓN.

Oh Dios, que inspiraste a san Juan un amor extraor-
dinario a la cruz y a la renuncia de sí mismo, concédenos
seguir incesantemente su ejemplo, para alcanzar la gloria
eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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